Las altas y crecientes tasas de encarcelamiento en la región no han coincidido con reducciones en el crimen y la violencia. Sabemos que las cárceles no son la solución. Pero si tenemos que recurrir a ellas debemos de hacerlo lo más humanamente posible.
Si bien la literatura en este tema todavía es incipiente en la región, cada vez sabemos más sobre qué funciona para mejorar la rehabilitación y reinserción de las personas privadas de libertad. Y están surgiendo modelos innovadores de gestión penitenciaria, menos punitivos, basados en los derechos humanos, y con un fin resocializador.
*Esté artículo fue editado y publicado originalmente por Sin Miedos. Se reproduce con permiso. No representa necesariamente las opiniones de InSight Crime. Vea el original aquí.
Comparto 5 lecciones que hemos aprendido tanto de la evidencia internacional como de nuestras experiencias con distintos proyectos en países de la región.
1. La primera es que la infraestructura carcelaria debe de desarrollarse en función de la rehabilitación. Si vamos a construir más cárceles, asegurémonos que sean mejores cárceles. Esta foto son las nuevas instalaciones en una de las nuevas unidades productivas que hemos apoyado en Costa Rica. Con estas unidades lo que se buscó fue dignificar el espacio carcelario utilizando un principio de “normalidad” que las asemeja a campus universitarios, con instalaciones que cumplen con la normativa de derechos humanos en infraestructura penal, contando a la vez con modernos estándares de seguridad; y facilitan la actividad recreativa, la capacitación de las personas privadas de libertad que se encuentran al final de sus condenas.
2. La segunda lección es que más que enfocarnos en construir cárceles, el enfoque debe de ser en el modelo de intervención. En nuestro proyecto en Pacora en Panamá donde están 28 por ciento de los menores privados de libertad del país, se ha priorizado el desarrollo personal de los jóvenes. Existen más de 12 programas diferentes los cuales se asignan de acuerdo a las evaluaciones de riesgos y necesidades de los privados de libertad. La idea es que los jóvenes pasen la mayoría de su tiempo en actividades productivas, recreativas, educativas. Cuando tuve la oportunidad de visitar este proyecto en Pacora, lo que más me impactó, aparte del gran trabajo que realizaban los jóvenes, era la sensación de esperanza que había en estos talleres. Uno de los jóvenes nos dijo que antes, si a él le hubieran ofrecido un pincel y una pistola, hubiera escogido la pistola. Pero ahora escogería el pincel ya que tiene sueños de convertirse en un artista famoso.
3. Otra lección importante que hemos aprendido es que aparte de capacitar a las personas en destrezas técnicas, es clave apoyar el desarrollo de cambios comportamentales y habilidades blandas. Muchas veces las barreras a la reinserción en la sociedad tienen más que ver con la carencia de comportamientos adecuados en ámbitos de trabajo, que la falta de destrezas técnicas. Esto aplica también a jóvenes vulnerables fuera de las cárceles que muchas veces terminan delinquiendo al no estar insertados en la fuerza laboral formal con trabajos dignos.
4. Un aspecto clave que no debemos dejar por fuera es el tema de la gestión penitenciaria. Muchas veces se les echa la culpa a los custodios por ser corruptos y permitir que los privados de libertad continúen delinquiendo. Pero he visitado muchos centros penitenciarios de la región en los cuales los custodios viven y trabajan prácticamente en las mismas condiciones que los reclusos. Vienen de los mismos barrios. Debemos dignificar el trabajo de los custodios, por compensarlo adecuadamente y por entrenarlos para que puedan contribuir a la rehabilitación de los reclusos. De hecho, en nuestro proyecto en Pacora, se entrenó a personal de la cárcel para que pudiera gestionar efectivamente los diversos talleres de rehabilitación. Otra barrera para la gestión penitenciaria es la falta de información y datos. En muchos casos, los encargados de prisiones no saben cuántas personas están en sus cárceles, ni con qué perfiles y necesidades. Al mejorar los sistemas de información en las cárceles podemos construir intervenciones de rehabilitación mejor dirigidas. Si bien las tecnologías pueden ayudar, es importante recordar que la tecnología es un medio y no el fin en sí.
5. Finalmente, un factor indispensable para facilitar la reinserción de las personas privadas de libertad es fomentar los lazos con las familias y el sector privado. Un aspecto clave de nuestros proyectos en cárceles ha sido involucrar a las familias en el apoyo sicosocial que se le da a los privados de libertad. Por otra parte, el involucramiento del sector privado es clave y debe de ir más allá de las concesiones para construir cárceles. Primero, el sector privado genera oportunidades de trabajo para las personas privadas de libertad mientras siguen en la cárcel. Segundo, los introduce a opciones laborales en el mercado formal, lo que facilita el desarrollo de destrezas que serán claves para su reinserción. Y finalmente, también sirve para sensibilizar a los empresarios y a personas de la sociedad civil sobre los reclusos, demostrándose que son personas perfectamente capaces.
Cada vez, tenemos mayor conocimiento de qué funciona y qué no funciona en materia penitenciaria, y debemos ponerlo en práctica antes de reinventar la rueda. Aunque lo ideal es que las personas no lleguen a la cárcel, en este momento en la región tenemos una población penitenciaria de cientos de miles de personas que debemos atender. Solo así podremos asegurarnos que nuestras cárceles no sean depósitos de personas sino espacios rehabilitadores de segundas oportunidades.
*Escrito por Nathalie Alvarado, la coordinadora del área de seguridad ciudadana y justicia del Banco Interamericano de Desarrollo. Este artículo esta basado en dos posts sobre su intervención en el primer Congreso Internacional de Política Penitenciaria y Carcelaria, llevado a cabo en Bogotá el 2 de junio de 2017.