Según informes, mayo fue el mes más violento que ha tenido El Salvador en los últimos 20 años, y hay pocas señales de que se presente un respiro en la violencia.
La Prensa Gráfica informó que el 31 de mayo fueron asesinadas 16 personas, de modo que el número total de homicidios en el mes, según las estadísticas del periódico, fue de 622. Ese día también marcó el fin del primer año del presidente Salvador Sánchez Cerén en el cargo.
Sánchez Cerén, un exlíder guerrillero, basó su campaña en sus capacidades para luchar contra el crimen organizado y mejorar la inseguridad ciudadana. Desde que fue elegido, la estrategia de seguridad de su administración se ha caracterizado por terminar con la tregua entre pandillas, que era central en la estrategia del gobierno anterior. El 30 de mayo, Sánchez Cerén señaló en Twitter que “la inseguridad es un tema complejo, no se resuelve de la noche a la mañana”.
La cifra total de homicidios de mayo se presenta después de los informes de una disminución en la violencia los días 23 y 24 de ese mes, durante la celebraciones por la beatificación del arzobispo Oscar Romero que se realizaron en diferentes partes del país. Los líderes de la Mara Savatrucha (MS13) y Barrio 18 se acreditaron la disminución de los homicidios, afirmando que habían declarado un alto el fuego en honor al difunto arzobispo.
Análisis de InSight Crime
La dramática escalada de la violencia en El Salvador —que incluye el aumento de las hostilidades entre las pandillas y la policía— es el más reciente indicio de que el país se encuentra esencialmente “en guerra”. En marzo de este año, El Salvador registró el mes más violento de la última década.
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A principios de este año, el gobierno de Sánchez Cerén dio a conocer un plan para reducir la violencia en el largo plazo, con una multimillonaria propuesta centrada en la prevención del delito más que en una política más militarizada. Según los informes, este enfoque será complementado con un paquete de asistencia de mil millones dólares que Estados Unidos asignó para Centroamérica, que también enfatiza en un enfoque de línea más blanda.
Si bien no hay duda de que el flujo de asistencia estadounidense cambiaría radicalmente la situación de seguridad en El Salvador si fuera asignada de manera apropiada, en la práctica el presidente Sánchez Cerén ha promovido una estrategia de línea más dura y recientemente anunció el despliegue de militares en las calles. Con la llegada de estas cifras récord de homicidios, no hay duda de que el gobierno se encuentra bajo presión para actuar como si estuviera tomando acciones drásticas para hacer frente a la crisis de seguridad. Pero, independientemente de cualquier plan de largo o corto plazo para reducir los homicidios, la verdad incómoda puede ser que, al menos por ahora, los líderes de las pandillas tienen una capacidad mucho mayor que cualquier autoridad estatal para controlar los niveles de homicidios en El Salvador.