Rocco Morabito es el capo italiano que, mediante su fuga carcelaria, puso a tambalear la reputación que por años diferenció los sistemas de seguridad de las prisiones de Uruguay del resto de la región.
La noche del 23 de junio, “el rey de la cocaína de Milán” consiguió escaparse de la Cárcel Central de Uruguay. Allí había aguardado por casi dos años su extradición a Italia, país en el que fue condenado a más de 30 años de prisión.
Rocco Morabito era integrante de la Ndrangheta, una poderosa mafia italiana que viene haciendo avances en América Latina desde los años noventa y a la que se acusa de controlar hasta 80 por ciento del comercio de cocaína en Europa. El rol de Morabito consistía en hacer llegar la droga desde Sudamérica hasta Italia y desde ahí a otros países del continente, y también se encargaba del transporte interno y su distribución en Milán.
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Todo apunta a que el capo habría huido junto con tres delincuentes internacionales, a través de la apertura de un agujero que les dio acceso a la azotea del edificio y posteriormente al exterior. Sin embargo, esto no quedó registrado en ninguna cámara de la prisión, pues estas habían sido retiradas el viernes en la noche por funcionarios de Asuntos Internos del Ministerio del Interior.
No se habían tomado medidas para impedir una posible fuga, pese a los informes de inteligencia, que hace un año advirtieron que Morabito ofrecía US$80.000 a los policías que lo ayudaran a escapar. Tampoco se consideraron las numerosas ocasiones en las que Mary González, directora de la Cárcel Central, advirtió la necesidad de traslado ante la ausencia de adecuadas condiciones de seguridad.
La reacción del gobierno de Italia no se hizo esperar. Su Ministro del Interior, Matteo Salvinni, se pronunció, calificando el hecho de grave y desconcertante. Posteriormente, se supo que ni siquiera las autoridades uruguayas concebían que la fuga se hubiera realizado sin complicidad penitenciaria.
Por ahora, el resultado de todo este escándalo solo ha motivado la renuncia del director del sistema penitenciario de Uruguay, Alberto Gadea, y la apertura de una averiguación administrativa en torno a algunos funcionarios de la cárcel.
Análisis de InSight Crime
El escape de prisión de Morabito evidencia aspectos en los que Uruguay está perdiendo su posición diferencial frente a las condiciones de inseguridad que actualmente caracterizan las prisiones de Latinoamérica.
La "hazaña" de este peligroso criminal se ha constituido en un caso emblemático en el país. Por un lado, el calibre del personaje es innegable, pues era uno de los cinco criminales más buscados en Italia y uno de los 10 en el mundo. Por otro lado, estaba a punto de ser extraditado, lo que sería una victoria contra la mafia Ndrangheta que se le escapó de las manos al gobierno italiano.
En cuanto al método de escape, la complicidad carcelaria no es algo que sorprenda en la región. En los últimos años, la ayuda interna ha sido fundamental en el éxito de fugas en prisiones de México, Argentina y hasta Panamá. Sin embargo, esta corrupción penitenciaria sí resulta novedosa en un país como Uruguay, recientemente catalogado como el menos corrupto de América Latina.
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La mancha en el historial de Uruguay trae a colación un informe realizado por un organismo de las Naciones Unidas en 2018, que expone la necesidad de investigar casos de torturas y malos tratos a los prisioneros.
Los indicadores de seguridad también se agravan por fuera de las cárceles. En 2018, Uruguay registró un aumentó de 45 por ciento en su tasa de homicidios, lo que lo ubica muy por encima de Chile, Paraguay, Argentina, Ecuador y Bolivia. Las autoridades atribuyeron el 47 por ciento de los casos al conflicto entre grupos criminales, tráfico de drogas o ajuste cuentas.