Una investigación de inteligencia ha revelado la estructura de precios de los bienes al interior de las cárceles de El Salvador, que ahora no sólo son escuelas para crimininales, sino también fuentes de ingreso para el crimen organizado, como sucede en muchas partes de Latinoamérica.
Un teléfono celular que afuera de la cárcel cuesta alrededor de US$20, adentro de la cárcel se vende por hasta US$200, dijeron fuentes de inteligencia a La Prensa Gráfica, mientras que tarjetas SIM y cargadores que se venden por US$3 y US$5 afuera, se consiguen a US$6 y US$50 al interior.
Los costos aumentan según la dificultad que haya en llevar el artículo al comprador -por ejemplo, un teléfono inteligente costaría US$800 en una prisión regular pero en una sección de máxima seguridad, podría costar hasta US$3.000.
Una tarjeta de memoria SD vacía cuesta US$80, mientras que una tarjeta llena de datos como fotos, videos, o instrucciones de miembros de pandillas puede costar hasta US$800.
El lucrativo mercado de la droga ve cómo un gramo de cocaína, que costaría US$25 afuera, cuesta US$250 al interior, la marihuana también aumenta en diez veces su costo -US$1 por gramo en el exterior equivale a US$10 por gramo en el interior. Un medicamento que se utiliza para tratar la disfunción eréctil, que cuesta entre US$1 y US$5 la píldora en las farmacias, se vende por alrededor de US$15 por píldora en la cárcel.
Un informe de la Academia Nacional de Seguridad Pública a finales del año pasado describió el auge en el mercado de la extorsión al interior de las prisiones, que según La Prensa Gráfica se ha incrementado en más de 1.400 por ciento en la última década. Pandilleros encarcelados pueden ganar fácilmente entre US$600 y US$1.000 al mes con la extorsión, muy por encima de los salarios mínimos en sectores como la agricultura y el comercio.
Análisis de InSight Crime
Las cárceles de Latinoamérica están entre las más sobrepobladas y peligrosas del mundo, en particular las de El Salvador –con una tasa de ocupación del 325 por ciento, sus prisiones son las segundas más sobrepobladas del mundo después de Haití, según el Centro Internacional de Estudios Penitenciarios.
El hacinamiento y la falta de inversión estatal han permitido a los internos ejercer control sobre las instalaciones, en muchos casos administrándolas por completo. Esto a su vez ha dado lugar al desarrollo de economías de prisión complejas, al igual que ha permitido que las cárceles actúen como campos de entrenamiento criminal.
En las cárceles venezolanas la economía ilícita genera millones de dólares al año, mientras que los prisioneros en Honduras y Bolivia tienen sofisticados sistemas de disciplina y "tributación".
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Por su parte, las principales pandillas en El Salvador, la Mara Salvatrucha y Barrio 18, tienen una presencia extremadamente fuerte dentro de las cárceles del país y claramente siguen ejecutando sus operaciones con facilidad tras las rejas.