La tasa de homicidios en Colombia alcanzó su punto más bajo en 40 años durante 2015 pese a la evidencia que indica que el crimen organizado florece en el país, lo cual suscita la pregunta de qué podría haber detrás de esta aparente contradicción.
Las estadísticas más recientes divulgadas por el instituto forense de Medicina Legal (pdf) muestran que hubo 11.585 homicidios en Colombia en 2015, lo que deja al país con una tasa de homicidios de 24,03 por 100.000 habitantes. Eso representa una baja de 9 por ciento desde 2014, cuando el índice fue de 26,46, con 12.626 personas asesinadas.
En conferencia de prensa, el presidente Juan Manuel Santos anunció que esta es la tasa de homicidios más baja de los últimos 40 años en Colombia.
Los resultados ponen a 2015 como sexto año consecutivo de reducción de la violencia en Colombia, con bajas anuales desde 2009, cuando cayeron muertas 17.717 personas, para un índice de 39,39 por 100.000 habitantes.
Análisis de InSight Crime
La continua caída en los homicidios en Colombia es una buena noticia en un momento en que el país está más cerca que nunca de un acuerdo de paz del que se espera que ponga fin a medio siglo de guerra entre el estado e insurgentes de la guerrilla. Sin embargo, no hay mucho que indique que la caída en la violencia esté correlacionada con una caída en las actividades del crimen organizado. De hecho, puede darse lo contrario.
Con la baja en la violencia, la producción de cocaína se ha recuperado después de años de pronunciado declive, y las redes de tráfico colombianas ahora distribuyen en un abanico de países más amplio que nunca. El crimen organizado también ha diversificado sustancialmente sus intereses en el país en lucrativas actividades, como la extorsión y la minería ilegal, que dan una base de ingresos mucho más amplia a los grupos criminales.
Hay varias posibles razones para esta aparente contradicción. Puede indicar que las redes del crimen organizado en Colombia están adoptando un bajo perfil, manteniendo bajos los índices de violencia para no atraer la atención o a las fuerzas de seguridad a sus zonas de operación.
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Estas iniciativas pueden verse en lugares como la ciudad de Medellín, donde las redes del crimen organizado enfrentadas cerraron un pacto para acabar con el conflicto, dividirse el botín criminal de la ciudad y colaborar en el narcotráfico internacional. El resultado ha sido la menor tasa de homicidios en décadas, pero atenuada por mayor número de desapariciones y macabros hallazgos de lugares usados para desmembrar y desechar cuerpos; otra manera de mantener bajas las cifras oficiales de homicidios, pues la gente simplemente desaparece.
Otro factor que puede estar contribuyendo es la dinámica actual del hampa. Gran parte de la violencia en Colombia a lo largo de la década pasada fue motivada por los remanentes criminalizados de los grupos contrainsurgentes desmovilizados —grupos que el gobierno catalogó como Bacrim (por “bandas criminales”). Sin embargo, ahora solo queda una Bacrim —Los Urabeños— con una genuina influencia nacional, y donde su hegemonía se ve disputada por Bacrim rivales, lo que tiende a generar conflictos de menor tamaño y más localizados que los que se vieron en el pasado reciente.