Un reciente testimonio indica que la facción Revolucionarios de la pandilla Barrio 18 en El Salvador les habría pagado a exsoldados y guerrilleros para que les proveyera armas de fuego y entrenamiento en artes marciales a los pandilleros durante el 2014, lo cual revive un asunto que ha sido tema de debate durante varios años.
Durante los procesos judiciales relacionados con un ataque a oficiales de policía en Quezaltepeque en el año 2014, un testigo hizo referencia a los “campamentos de entrenamiento” de pandilleros, reportó El Mundo. El testigo mencionó la existencia de seis centros de entrenamiento dispersos a lo largo de los departamentos de San Salvador, Chalatenango, La Paz, La Libertad y Sonsonate. Los entrenadores recibían presuntamente US$200 a la semana.
Varios de estos centros de entrenamiento estaban localizados en colinas remotas. El primer campamento, cerca de San Andrés de Apopa, habría sido el lugar en el que se entrenó a los pandilleros dos veces a la semana en puntería con rifles de asalto M-16, AK-47 y Galil. Otro campamento al parecer habría estado localizado en una colina en el departamento de La Paz. En la montaña de Guazapa, justo al norte de la capital, se ha informado de otro campamento dirigido por José Milton Saavedra y Héctor Hernández Rivera, quienes en la actualidad enfrentan cargos criminales.
Otros dos campamentos rurales se encontraban en La Libertad y Zacatecoluca. Un testigo afirma que fue llevado junto con otros pandilleros a Zacateloculca para recibir entrenamiento en armas de fuego.
El último campamento estaba localizado dentro de la prisión Izalco en Sonsonate, donde los pandilleros eran entrenados en artes marciales como kickboxing y defensa personal.
Análisis de InSight Crime
Esta no es la primera vez que las pandillas de El Salvador se han relacionado con una mayor destreza militar y con la realización de sesiones de entrenamiento de estilo militar. En el 2014 surgieron unas afirmaciones similares, aunque en ese entonces se trataba de que la MS-13, en vez de una facción de Barrio 18, se estaba preparando para el combate.
El testimonio entregado recientemente en los procesos judiciales proviene de un pandillero, y por lo demás no ha sido corroborado.
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De comprobarse que las acusaciones son ciertas, se evidenciaría que las pandillas utilizaron el tiempo durante e inmediatamente después de la tregua en El Salvador para aumentar su poderío. Es probable que las pandillas tengan los recursos para contratar instructores de armas, y con toda certeza existen múltiples profesores calificados, si se tiene en cuenta los 12 años de guerra civil que finalizó en 1992. Sin embargo, el testimonio sobre los “campos de entrenamiento” no significa necesariamente que los pandilleros de Barrio 18 se estén convirtiendo en comandos sofisticados.