Una investigación sobre la violencia en los barrios de Caracas, la capital de Venezuela, ha puesto de relieve la manera como las pandillas juveniles, fuertemente armadas y cada vez más sofisticadas, han sacado provecho de un Estado ausente y han atemorizado a los residentes.
Según el informe de El Nacional, los residentes del sector de Cerro Grande, al occidente de Caracas en el municipio Libertador, se encuentran confinados en sus propias casas mientras violentas batallas territoriales entre las pandillas rivales del área, El 70, Carro Loco y El Lucifer, estallan a lo largo del día.
Incluso, las unidades de la Policía Nacional ubicadas en el barrio 19 de Abril, cuya parte baja es controlada por Carro Loco, respetan las líneas territoriales que son marcadas con grafitis en las paredes agujereadas por las balas, según informes.
La pandilla Carro Loco está compuesta por alrededor de 50 jóvenes armados con granadas, armas cortas y armas de alto calibre, que coordinan actividades con radios portátiles, informó El Nacional. La pandilla también cuenta con “gariteros”, que son jóvenes entre los 14 y 16 años de edad que vigilan la zona para advertir sobre la intrusión de bandas rivales en su territorio.
El director del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), Roberto Briceño León, dijo a El Nacional que las pandillas habían evolucionado en los últimos años. Mientras antes traficaban marihuana y peleaban con cuchillos, ahora venden drogas más fuertes y están armadas con un armamento cada vez más poderoso.
En los últimos 10 años, agregó Briceño, las autoridades no han logrado contener la expansión de las pandillas callejeras.
Análisis de InSight Crime
Caracas, según algunas estimaciones, es la segunda ciudad más peligrosa del mundo, y según el OVV, el municipio Libertador es una de sus áreas más violentas, con una tasa de homicidios de 122 por cada 100.000 habitantes en 2013.
La situación de seguridad en la ciudad, y en toda Venezuela, se ha deteriorado significativamente en la última década. El fácil acceso a las armas y la corrupción e inefectividad de las fuerzas de seguridad son factores que han contribuido a una atmósfera de ilegalidad e impunidad, en la cual han prosperado crímenes como el robo, el secuestro y el tráfico de drogas.
No es sorprendente que dicho ambiente también haya sido testigo del fortalecimiento de las pandillas, que a menudo surgen en lugares con un Estado débil o ausente. La situación descrita por El Nacional evoca algunos de los lugares más plagados de pandillas de la región, como El Salvador, Honduras y Colombia, donde pandillas de jóvenes luchan con armas cada vez más poderosas para controlar el territorio y para obtener ingresos criminales.