Los esfuerzos de Brasil para combatir el narcotráfico y el crimen organizado, mediante el fortalecimiento de la seguridad fronteriza, no han sido lo suficientemente eficaces, según la policía, poniendo de relieve la dificultad de asegurar una extensa frontera que colinda con todos los principales productores de droga en el continente.
Oslain Santana, jefe de la unidad de crimen organizado de la policía brasileña, dijo que el "Plan Estratégico de Fronteras” de Brasil había mostrado resultados, pero que aún quedaba mucho por hacer, informó O Globo.
Santana destacó la necesidad de incrementar el trabajo de inteligencia para determinar quién estaba traficando y comprando drogas en los principales mercados de consumo en el sureste, sur y noreste del país. "El flujo de drogas pasa a través de la frontera... pero tiene como destino el mercado [interno] de consumo", dijo.
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El profesor Alcides Vaz, del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasil, atribuyó las continuas dificultades en el control de las fronteras a los "problemas estructurales", incluyendo el gran tamaño de la frontera, la fuerza de la delincuencia y la debilidad institucional en los estados fronterizos. Para lidiar con estos problemas, el gobierno ha estado aumentado la inversión en seguridad en 11 estados fronterizos, informó O Globo.
Análisis de InSight Crime
La frontera brasileña, de aproximadamente 17.000 kilómetros, colinda a Perú, Colombia y Bolivia, los tres países productores de coca de Latinoamérica, así como con Paraguay, el mayor productor de marihuana del continente. El país también alberga un gran mercado de consumo de drogas y sirve como punto común de paso para los envíos de cocaína con destino a Europa, haciendo que sus porosas fronteras sean un territorio ideal para el tráfico de drogas.
Frente a esta vulnerabilidad geográfica, la presidenta Dilma Rousseff nombró la seguridad fronteriza como la principal prioridad de su gobierno. Desde julio de 2011, el gobierno ha inyectado fondos y equipo en el Plan Estratégico de Fronteras, y en múltiples ocasiones, la presidenta ha destacado el éxito de la iniciativa.
El plan también ha involucrado acuerdos fronterizos de seguridad con países como Bolivia, Colombia y Venezuela, pero al mismo tiempo ha provocado tensiones con algunos de sus vecinos, preocupados de que la iniciativa pueda llegar a atentar contra su soberanía.
Las agresivas campañas de interdicción, vigilancia y erradicación de Brasil se pueden comparar con las estrategias empleadas y apoyadas por Estados Unidos. Como el creciente gigante económico del continente, Brasil probablemente siente una amenaza similar, planteada por el crimen extranjero, y una necesidad de ejercer su autoridad.
Sin embargo, el énfasis en el cierre de fronteras no aborda los numerosos problemas internos de seguridad del país, incluyendo las poderosas y cada vez más transnacionales pandillas de las prisiones, y el aumento de la violencia fuera de sus ciudades más importantes. Tampoco logra abordar las debilidades institucionales que han permitido la proliferación de la violencia.