Fiscales en Colombia han identificado cerca de 100 organizaciones criminales que ejecutan operaciones a nivel local y ofrecen servicios a los grupos nacionales sucesores de los paramilitares, un indicio de la naturaleza cada vez más fragmentada del crimen organizado colombiano.
Estas organizaciones suelen contar con entre 25 y 30 miembros y controlan actividades criminales como la extorsión, el microtráfico y el sicariato, informó El Tiempo. También proporcionan servicios a las organizaciones criminales más grandes llamadas por el gobierno BACRIM (Bandas Criminales).
Las pandillas han mostrado altos niveles de durabilidad y una capacidad de recuperarse rápidamente de los golpes contra sus organizaciones, dicen las autoridades. Varios de los grupos han sido fuertemente golpeados por arrestos y operaciones de las fuerzas de seguridad, pero han vuelto a aparecer rápidamente en la misma zona, utilizando el mismo nombre o uno similar para seguir capitalizando sus temibles reputaciones.
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Los grupos prevalecen especificamente a lo largo de la costa Caribe, en el noreste del país cerca a la frontera con Venezuela, en la región cafetera en el centro del país, y en los departamentos de Valle del Cauca y Antioquia. (Ver gráfico de El Tiempo más abajo)
Análisis de InSight Crime
La desmovilización de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que concluyó en 2006, dio lugar a una nueva era en el crimen organizado colombiano -la de las BACRIM.
La evolución de la BACRIM se puede identificar a través de varias etapas, comenzando con su proliferación, a medida que facciones de las antiguas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) formaron grupos neo-paramilitares en todo el país. A esto le siguió su consolidación como la más poderosa de estas nuevas organizaciones, expandiéndose, cooperando entre sí y destruyendo a sus rivales, y luego la aparición de los dos grupos dominantes, los Rastrojos y los Urabeños.
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Sin embargo, las estructuras de las BACRIM son significativamente diferentes a las de sus predecesores paramilitares. Incluso los Rastrojos y los Urabeños han contado con el apoyo de organizaciones más pequeñas, como las identificadas por los fiscales, para llevar a cabo operaciones locales como miembros semi-independientes de una "franquicia criminal".
Algunos de los grupos destacados por sus predecesores, por ejemplo La Cordillera, comparten los orígenes de las BACRIM pero no se expandieron territorialmente en la misma medida, y operan a menudo en asociación con grupos más poderosos.
Otros grupos, especialmente las organizaciones urbanas identificadas en Medellín y en Cali, son las llamadas "oficinas de cobro" -organizaciones criminales de mediana escala vinculadas con el tráfico de drogas- o la mayor de las pandillas conocidas como "combos", estos dos también ofrecen servicios a las BACRIM.
Sin embargo, mientras que muchos de estos grupos operan en tándem con las BACRIM, son las organizaciones más pequeñas las que están proliferando a medida que las BACRIM continúan fragmentándose.
Los Rastrojos se han implosionado de forma espectacular, dejando a las facciones locales y a sus socios valiéndose por sí mismos, mientras que otras BACRIM como el Ejército Revolucionario Popular Antisubversivo de Colombia (ERPAC), se han dividido en grupos más pequeños a raíz de significativas luchas internas.
Actualmente, la única organización restante de las BACRIM con una verdadera presencia nacional son los Urabeños, quienes continúan expandiéndose mediante el modelo de "franquicia". Sin embargo, la lista de los fiscales incluye a organizaciones como Los Giraldos, quienes se han rebelado violentamente contra los Urabeños y han atacado por su cuenta, lo que sugiere que aún podrían enfrentarse en un desafío para mantener a estos grupos bajo su mandato.