Los residentes de Río de Janeiro, en Brasil, afirman que apoyan el uso del ejército como medida para contener los crecientes índices de violencia en la segunda mayor ciudad de Brasil, pero —aunque resulta contradictorio— no creen que la intervención logre su objetivo.
Una encuesta reciente, realizada por la firma de sondeos Datafolha en alianza con el Foro Brasileño de Seguridad Pública (Fórum Brasileiro de Segurança Pública) muestra que 76 por ciento de los residentes apoya la decisión tomada por el gobierno federal a comienzos del año de poner a las fuerzas armadas al frente de la seguridad en Río. Pero el 69 por ciento también cree que harán poco por mejorar la situación.
El respaldo a la intervención militar bien puede estar asociado a temores profundos sobre la ola de crímenes que ha sacudido a la ciudad en los últimos años. Una gran mayoría de residentes —87 por ciento— vive con temor de ser asesinados, 11 por ciento por encima del porcentaje de 2016.
Al comparar los índices con el promedio de Brasil, los residentes de Río de Janeiro presentan mayor riesgo de agresión física o sexual. También tienen dos veces más probabilidades de ser blanco de la violencia policial.
Entre tanto, 30 por ciento de los residentes dicen que se han visto atrapados en el fuego cruzado entre los delincuentes y la policía, y los ciudadanos de piel negra tienen 28 por ciento mayor riesgo que sus contrapartes de piel blanca de ser blanco de esa violencia. El ocho por ciento de los residentes afirman que ellos o un familiar suyo han sido víctimas de balas perdidas.
Sin embargo, Río de Janeiro no es el estado más violento de Brasil; la violencia es más acentuada en el norte del país. Más aún, se observa una variación importante dentro de la misma ciudad en términos de dónde se concentra el crimen. Por ejemplo, la región Baixada Fluminense en Río tiene casi la misma tasa de homicidios que la actual capital de los asesinatos en Brasil, el estado de Sergipe. Sin embargo, otros sectores de la ciudad tienen índices de violencia muy inferiores.
Análisis de InSight Crime
Los resultados de la encuesta dejan ver el claro temor de los habitantes de Río de Janeiro por una recaída en la situación de seguridad de la ciudad, sin saber cuál es la mejor forma de detener el problema.
Sin un consenso sobre una estrategia alternativa, es posible que la inseguridad siga recrudeciéndose. De hecho, luego del anuncio de la intervención militar, delitos como homicidios y robos de carga aumentaron.
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La voluntad política para implementar una línea de acción distinta parece casi inexistente. El decomiso de narcóticos, la muerte y la captura de criminales no ayudan mucho a solucionar los factores que motivan el crimen y la violencia, son más bien acciones convenientes desde le punto de vista político, pues los funcionarios públicos pueden presentarlas ante la opinión pública como evidencia de que están haciendo algo frente a un problema de gran importancia para los ciudadanos.
Algunas autoridades dentro de las fuerzas militares han hablado de la necesidad de un cambio de estrategia, y advierten que militarizar la seguridad pública puede acarrear otros problemas. Pero a corto plazo es poco probable que cambie la dirección del viento, en especial cuando se está a las puertas de la elección presidencial a finales de este año, cuyo resultado está en manos de los votantes brasileños preocupados por el aumento de la inseguridad en todo el país.