Pandillas de adolescentes están descendiendo en masa a las playas de Río de Janeiro para robar a los turistas, según las autoridades; una ola de crímenes posiblemente vinculados al programa de pacificación en los barrios marginales de la ciudad.
Decenas de jóvenes entran en la playa al mismo tiempo, informó Merco Press, arrebatándo todos los objetos de valor que puedan tener en sus manos antes de huir, o bucear en el mar.
El número de policías militares que patrullan la playa de Copacabana se ha cuadruplicado, en respuesta al nuevo brote de "arrastoes", el término brasileño para el crimen, dijo el sitio de noticias. O Globo dijo que la policía también se movilizaría en carreteras cercanas, y se inspeccionarían a los pasajeros que se transfieran a los autobuses desde las zonas marginales hacia aquellas que colindan con las playas.
La Secretaría de Seguridad Ciudadana de la ciudad, dijo se estaba planeando una campaña de "choque de la ley y el orden", según Merco Press.
El Consulado de Estados Unidos en Río emitió una advertencia acerca de los "masivos robos, en los que un gran número de adolescentes han robado áreas enteras de la playa".
Análisis de InSight Crime
La mayoría de los robos se están llevando a cabo por adolescentes de los barrios pobres que han sido ocupados por la policía como parte del importante programa de pacificación de Río, según fuentes policiales consultadas por O Globo, llevándolos a pensar si los ataques son una forma de venganza. Un total de 34 barrios pobres han sido "pacificados" bajo el esquema, en el que la política militar ha tomado el control de una comunidad y "restaurado el orden" en la preparación para la instalación de una unidad de policía comunitaria.
"Lo que está pasando hoy en Río representa un juego de poder", escribió Merval Pereira, columnista de O Globo. "Desde que el programa de pacificación de la policía se puso en marcha, los bandidos han estado perdiendo el control sobre grandes zonas del territorio en el que solían actuar y están buscando recuperar lo que era suyo".
El programa de pacificación se ha elogiado como un gran éxito por reducir las tasas de crímenes violentos. Sin embargo, persisten dudas sobre la sostenibilidad del esquema y ha habido evidencia de que el crimen está siendo desplazado a otros lugares, y las acusaciones de asesinato y tortura han llegado al nivel de la policía en los barrios pobres "pacificados".
Es comprensible que las autoridades quieran tener bajo control la situación de seguridad, ya que miran hacia la Copa Mundial en seis meses. No obstante, cualquier charla de "choque de la ley y el orden" por parte de la policía brasileña debe ser recibida con cautela, dadas las tasas extremadamente altas de brutalidad de la fuerza, especialmente hacia los hombres jóvenes de bajos ingresos, quienes supuestamente son los que están llevando a cabo estos robos.