Las autoridades aduaneras de Uruguay han confiscado más de dos toneladas de pollo de contrabando como parte de una serie de severas medidas contra las redes de contrabando que sacan provecho de las leyes tributarias y las tasas de cambio para vender a menores precios que en el mercado legal.
La Dirección Nacional de Aduanas de Uruguay (DNA) anunció que en la última semana ha lanzado más de 100 operativos anticontrabando a lo largo de la frontera con Brasil. De ellos, 40 produjeron incautaciones que suman 2,5 toneladas de carne de contrabando.
La oleada de operativos se derivó de encuentros entre representantes de la DNA y de la Cámara Uruguaya de Procesadores Avícolas (CUPRA), que anteriormente habían afirmado que uno de cada cuatro pollos que se consumen en Uruguay procede ilegalmente de Brasil, en un comercio de contrabando avaluado en US$40 millones anuales. El pollo introducido ilegalmente se vende a un precio menor que los productos de los competidores legales, con bajas hasta del 20 por ciento, ya que no pagan aranceles, tasas o Impuesto al Valor Agregado (IVA).
Según la DNA, las operaciones apuntan a las grandes redes de contrabando así como a los pequeños contrabandistas, informó El Observador.
Análisis de InSight Crime
La DNA de Uruguay había comenzado a dirigir sus esfuerzos para frenar el contrabando en la frontera con Brasil aun antes de las operaciones más recientes, cuando la devaluación del real brasileño en 2014 creó un nuevo incentivo económico para el contrabando. Según la agremiación conocida como Centro Comercial e Industrial de Artigas, a lo largo de la región fronteriza de Artigas el nuevo flujo de mercancías de contrabando provenientes de Brasil les cuesta a sus miembros un total de US$25 millones mensuales.
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En toda la región puede encontrarse contrabando, donde quiera que haya presencia de tales incentivos económicos y pueda representar una amenaza importante a las economías legales. Aunque mucha parte del contrabando en la región lo movilizan contrabandistas pequeños que intentan ganarse la vida en circunstancias difíciles, las ganancias sobre la oferta también han incitado el desarrollo de sofisticadas mafias del contrabando que operan en países como Perú y Colombia.
Las medidas tomadas para combatir el contrabando en Uruguay ya han suscitado controversia, con protestas de los habitantes de las regiones fronterizas por la alteración en sus vidas, un fenómeno que se repite en toda la región, donde el contrabando es visto muchas veces como parte de la vida cotidiana.
Para tener éxito haciendo frente a este comercio, Uruguay deberá aprender las lecciones aprendidas por vecinos como Colombia y Venezuela, que a fuerza de errores han debido entender que incrementar la seguridad fronteriza no es una solución permanente mientras persistan los incentivos económicos.