En Latinoamérica, los altos niveles de violencia contra las mujeres han sido denunciados desde hace mucho tiempo por las organizaciones no gubernamentales y los medios de comunicación. Ignorar este fenómeno sería peligroso, dado que esta forma de violencia puede generar comportamientos criminales, especialmente entre las generaciones jóvenes.
El pasado 8 de marzo, las mujeres latinoamericanas participaron en protestas en todo el mundo en contra de la opresión contra las mujeres, como parte del Día Internacional de la Mujer. Asimismo, la prensa regional ha estado publicando asombrosas estadísticas que ponen en contexto la gravedad de la victimización de las mujeres.
El periódico argentino La Nación, por ejemplo, reporta que cada 29 horas es asesinada una mujer a causa de su género, y que cada día se producen 50 agresiones de carácter sexual. En Brasil, casi un tercio de las mujeres de más de 16 años de edad sufrieron abusos físicos o verbales el año pasado, informó Folha de São Paulo. Y en una encuesta reciente, más del 30 por ciento de las mujeres mexicanas dijeron que habían sido agredidas físicamente por sus exparejas.
En Latinoamérica, entre una y dos quintas partes de las "mujeres que han tenido alguna relación de pareja" han sido víctimas de violencia por parte de sus compañeros, con mayor prevalencia en la región Andina, según un estudio realizado en 2013 por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además, siete de los diez países con mayores tasas de feminicidios en el mundo se encuentran en Latinoamérica, como lo señala un informe de 2015.
Análisis de InSight Crime
Si bien la violencia de género suele asociarse con los hogares, este fenómeno también se ha relacionado con la prevalencia de la criminalidad entre la juventud. Diversos estudios han establecido un vínculo entre la violencia conyugal y el riesgo de que los hijos se conviertan en criminales violentos —si bien es cierto que hay múltiples factores que intervienen en el desarrollo de rasgos violentos en los jóvenes—.
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Una de las causas que se suelen mencionar es que crecer en un ambiente de violencia intrafamiliar fomenta la "creencia de que la violencia es un medio adecuado para la resolución de los conflictos", según plantea uno de estos estudios.
Pero estos efectos negativos en los hijos no se refieren sólo a las agresiones físicas. Una investigación sobre la adolescencia, realizada en el año 2009, descubrió que los abusos psicológicos entre los padres o tutores contribuyen al desarrollo de violencia en los hijos, aún más que la violencia que experimentan los jóvenes en los barrios, los videojuegos violentos, e incluso más que el hecho presenciar abusos físicos contra los padres.
Además, los hijos expuestos a la violencia conyugal suelen también ser víctimas de la violencia. Así mismo, estos jóvenes son más propensos a participar en actividades criminales y antisociales.
Esta teoría de "la violencia engendra violencia" puede llegar a ser peligrosamente cíclica, dado que presenciar o experimentar violencia en la infancia podría aumentar el riesgo de ejercer violencia intrafamiliar en la vida adulta.
Este carácter cíclico de la violencia en Latinoamérica se ve agravado por el hecho de que el crimen organizado promueve la agresión contra las mujeres. De hecho, podría decirse que muchas de las tendencias machistas que conducen a la violencia intrafamiliar también facilitan la participación forzada de las mujeres en el crimen organizado.
En lugares donde las mujeres están oprimidas, las estructuras de poder machistas a menudo se replican dentro de las organizaciones criminales. Esto puede llevar a que las mujeres sean obligadas a realizar actividades criminales ilegales —y peligrosas—, como vender drogas o trabajar como mulas.