Un convicto traficante de cocaína se encuentra entre los sospechosos a los que las autoridades de Haití les están siguiendo el rastro por el asesinato del expresidente Jovenel Moïse, lo que lleva a preguntarse si el crimen organizado tuvo algún papel en el magnicidio.
Rodolphe Jaar, exnarcotraficante e informante de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), está siendo perseguido por la policía nacional por asesinato, intento de asesinato y robo a mano armada, al igual que el exfuncionario del gobierno haitiano Joseph Félix Badio y el conocido político de la oposición John Joël Joseph, según informó Le Nouvelliste el 13 de julio.
El jefe de la Policía Nacional, Léon Charles, también anunció el arresto del exlíder del grupo rebelde Gilbert Dragon, así como del empresario y residente estadounidense Christian Emmanuel Sanon, por su presunta participación en el asesinato de Moïse, según informaron medios locales. Las autoridades siguen buscando a otros fugitivos presuntamente relacionados con el crimen, entre ellos un empresario venezolano que posee una empresa de seguridad presuntamente vinculada con el asesinato.
Esto se presenta solo una semana después de que un comando armado de mercenarios extranjeros presuntamente le propinara 12 disparos al presidente en su casa en Puerto Príncipe, capital haitiana, en la madrugada del 7 de julio, asesinándolo a él y dejando gravemente herida a la primera dama Martine Moïse. Al menos 26 exmilitares colombianos y dos haitiano-estadounidenses son sospechosos de participar en el ataque.
Sin embargo, en un reportaje de The New York Times, algunos de los exmilitares colombianos —21 de los cuales han sido arrestados o detenidos— afirman que ellos habían sido reclutados para “luchar contra las pandillas, mejorar la seguridad, proteger a los dignatarios y la democracia y ayudar a reconstruir el atribulado país”, y no para matar al presidente. Las autoridades de Haití también están investigando a los miembros del equipo de seguridad del expresidente, ninguno de los cuales resultó herido durante el asesinato.
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En cuanto a Jaar, la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) de la República Dominicana lo arrestó a mediados de 2013 en la capital, Santo Domingo, donde supuestamente había estado viviendo en un hotel de lujo. A principios de ese año, fiscales estadounidenses acusaron a Jaar, quien también usaba el alias “Whiskey”, de conspirar para contrabandear cocaína a Estados Unidos.
Los registros judiciales indican que luego Jaar se declaró culpable de esos cargos y fue sentenciado a 46 meses de prisión. En su audiencia de sentencia en 2015, su abogado consideró que el caso en su contra había sido “un tanto inusual” porque él estaba “cooperando con la DEA en el momento del delito, y había contado acerca de un cargamento de 425 kilos de droga que se estaba aproximando a Haití. Además, mantuvo contacto con agentes que estaban en el terreno”.
En otras presentaciones judiciales relacionadas con su acuerdo de culpabilidad, Jaar admitió haber ayudado a contrabandear cocaína de Colombia y Venezuela, pasando por Haití hasta llevarla a Estados Unidos, entre principios de 2010 y abril de 2013. Jaar “estuvo presente en las negociaciones para el envío de la cocaína desde Colombia y/o Venezuela a Haití y ayudó en estas negociaciones. [Él] estaba a cargo de organizar la seguridad para que el cargamento de cocaína pudiera aterrizar en una pista clandestina en Haití”, como se lee en los documentos judiciales.
Análisis de InSight Crime
Todavía no se tiene claridad sobre quién hizo los disparos que acabaron con la vida del expresidente y por qué. Pero en Haití es muy complicado establecer una división entre lo político y lo criminal. Durante mucho tiempo, las pandillas armadas de la capital han negociado acuerdos mutuamente beneficiosos con los políticos, quienes obtienen apoyo político a cambio de hacerse los de la vista gorda frente a la actividad criminal.
Y si bien el saqueo sistemático de los recursos estatales mediante la corrupción gubernamental se ha convertido en una de las principales economías criminales de Haití, el país también ha sido usado por los traficantes internacionales de drogas. Por muchos años ha sido utilizado como una importante escala de los cargamentos de cocaína suramericanos, aunque no ha llamado tanto la atención como su vecino, la República Dominicana.
Podría decirse que uno de los traficantes de cocaína más prominentes que surgieron en Haití en los últimos años fue Beaudouin “Jacques” Ketant. Este fue condenado en Estados Unidos por operar una red de contrabando que sobornó a la policía local y a otros funcionarios del gobierno para transportar cientos de toneladas de cocaína de los carteles colombianos de Medellín y Norte del Valle a través de Haití hasta llevarlos a Estados Unidos.
Ketant sostiene que le pagó millonarios sobornos al expresidente Jean-Bertrand Aristide. “Él convirtió al país en un narcoestado”, incriminó Ketant en un tribunal de Miami en 2004. Aristide negó esas afirmaciones y nunca fue acusado, pero fue derrocado y obligado a exiliarse después del golpe de Estado de 2004 respaldado por Estados Unidos. Regresó a Haití en 2011 y ahora lucha contra el COVID-19 en Cuba. En 2015, Ketant fue liberado y deportado a su país.
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Otro conocido expolicía, insurgente y líder político convertido en narcotraficante en Haití fue Guy Philippe. Las autoridades estadounidenses lo acusaron en 2005 de participar en una red de tráfico de cocaína entre 1997 y 2001. En 2017 se le impuso una sentencia de nueve años de prisión por conspirar para lavar dinero de la droga y por “usar a sabiendas su posición como oficial de alto rango de la Policía Nacional de Haití para proporcionar protección a los cargamentos de drogas y dineros del narcotráfico que llegaban a Haití a cambio de pagos en efectivo”.
Haití también ha atraído a narcotraficantes internacionales de Centro y Suramérica. Fabio Lobo, hijo del expresidente hondureño Porfirio “Pepe” Lobo Sosa, fue arrestado en Haití en 2015 como parte de una campaña antidrogas realizada en conjunto por la policía haitiana y la DEA. Había viajado allí para recibir el pago de un negocio de cocaína pactado con informantes encubiertos, y más tarde fue declarado culpable de narcotráfico y sentenciado a 24 años de prisión en Estados Unidos.
Décadas antes de que esos casos salieran a la luz, el conocido líder del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, ya solía utilizar a Haití para su beneficio. El capo de la droga sobornó a funcionarios del gobierno como el soldado Joseph-Michel François, e incluso construyó una pista de aterrizaje clandestina en las afueras de la capital para ingresar sus cargamentos de drogas. Los fiscales estadounidenses alegan que, solo en 1987, François ayudó a transportar siete toneladas de cocaína de Escobar a través de Haití para llevarlas a Estados Unidos.
A pesar de ser la primera nación fundada después de una exitosa insurrección de esclavos, Haití ha sido utilizada por los grupos del crimen organizado —especialmente por narcotraficantes— aprovechando la inestabilidad del país, provocada en gran parte por décadas de fallidas intervenciones extranjeras y agravada por el terremoto de 2010.