En Ecuador se ha presentado una nueva masacre carcelaria, en la que murieron al menos 44 presos durante un motín en una prisión al oeste de Quito, y no hay muchas esperanzas de que sea la última matanza de este tipo.

El 9 de mayo, los integrantes de la banda Los Lobos atacaron a sus rivales los R7, en la prisión de Bellavista, de la provincia Santo Domingo de los Tsáchilas, al centro de Ecuador, con la orden de asesinar a un alto jefe de los R7 que acababa de ser trasladado allí, según informó el medio ecuatoriano Primicias, citando fuentes del Servicio Nacional de Atención Integral a Privados de Libertad (SNAI).

El motín fue aprovechado por más de 100 reclusos para fugarse, pero al final del día habían sido recapturados al menos 80 de ellos, según informaron las autoridades.

En las redes sociales circularon videos horrendos, en los que se veía cuerpos apilados en un patio del interior de la prisión, y los pisos cubiertos de sangre.

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Se presume que el ataque fue ordenado por Alexander Quesada, alias “Ariel”, líder de Los Lobos, una de las mayores bandas de Ecuador, según fuentes del SNAI. Su objetivo era Marcelo Anchundia, jefe de sus rivales los R7, quien había sido trasladado a Bellavista pocos días antes del motín.

La animosidad entre los dos grupos parece haber sido la causa de otra masacre poco antes. El 3 de abril, 20 presos fueron brutalmente asesinados en la prisión de Turi, ubicada en la ciudad de Cuenca, al sur del país. Tanto Ariel como Anchundia se encontraban recluidos en Turi en ese momento.

Para entonces, el ministro del interior Patricio Carrillo señaló directamente a los Lobos y a los R7 como responsables de los actos violentos. Tras esa masacre, Ariel y Anchundia fueron llevados a una nueva prisión de máxima seguridad en la ciudad de Guayaquil. Pero ambos solicitaron formalmente un traslado, pues alegaron que estaban recibiendo amenazas de muerte, según Primicias.

En esta ocasión, se había separado a los dos jefes y los habían trasladado a dos instituciones distintas. Pero Anchundia aterrizó en Bellavista, donde Los Lobos son el actor dominante, lo que permitió que Ariel diera la orden de atacarlo.

Tras esta embestida, parece que Anchundia y otros jefes pandilleros han sido transferidos nuevamente de Bellavista.

Análisis de InSight Crime

De manera preliminar, pueden extraerse dos conclusiones importantes de esta masacre: las guerras entre facciones de bandas en Ecuador siguen volviéndose más complejas y violentas, y al parecer el gobierno no sabe cómo detenerlas.

La fuerte rivalidad entre los R7 y los Lobos es una más en el ciclo aparentemente interminable de fragmentación y traiciones entre pandillas que vive actualmente Ecuador. Los Lobos son la segunda pandilla más grande de Ecuador, con miles de miembros en todo el país, muchos de ellos presos.

El año pasado Los Lobos lideraron una coalición de bandas más pequeñas para atacar a Los Choneros, un rival de mayor tamaño, lo cual desató una serie de masacres que dejaron como resultado más de 320 presos muertos en 2021.

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Los R7, una banda mucho más pequeña, que opera en Santo Domingo de los Tsáchilas, respaldó en un inicio a Los Lobos, pero al parecer estos opusieron resistencia a Ariel, porque este “comenzó a humillarlos, a confrontarlos con otros grupos y a abusar del poder”, como se lee en un informe de Primicias. La masacre de Turi en abril fue el primer capítulo de esta nueva rivalidad, donde Anchundia lideró un ataque contra Los Lobos.

“Hay estructuras más pequeñas que se sometían a la obediencia a este grupo mayoritario [Los Lobos], pero el conflicto se da por fragmentación y el poder que van alcanzando los R7”, explicó el ministro del interior Carrillo en ese momento.

Y el traslado constante de líderes de bandas entre prisiones no es ninguna solución. A pocos días del traslado por segunda vez en un mes, Ariel, el líder de Los Lobos, presuntamente logró instigar grandes niveles de violencia contra un rival en otra institución.

Con un saldo de 400 personas privadas de la libertad asesinadas brutalmente en 18 meses, y a pesar de los despliegues del ejército, comisiones especiales y una nueva cárcel de máxima seguridad, el gobierno no parece más cerca de resolver este problema.