El incremento del cultivo de coca y la producción de cocaína en Perú incide de manera importante en el actual boom global de cocaína, según afirma nuevo estudio.
Un informe publicado en septiembre por la Comisión Nacional para el Desarrollo y la Vida sin Drogas (Devida) de Perú explica el impacto del país en la oferta global de cocaína, al tiempo que los traficantes llevan su mercancía ilícita más allá de los destinos tradicionales de Estados Unidos y Europa, hacia mercados incipientes como Australia, África Occidental y Medio Oriente.
El informe también subraya cómo la expansión de cultivos de coca ha contribuido al incremento de la producción de cocaína en Bolivia y ha impulsado la deforestación en la Amazonía peruana.
InSight Crime presenta cuatro conclusiones sobre el impacto del incremento de la producción peruana de coca en el territorio nacional y en el resto del mundo.
La coca peruana es el motor del boom
El cultivo de coca en Perú se ha expandido nuevamente, al pasar de 61.777 hectáreas en 2020, a 80.681 hectáreas en 2021, una cifra histórica para el país. El aumento significa mayores cantidades de hoja, el ingrediente base necesario para alimentar la incesante elaboración de cocaína a nivel global que, según el informe de 2021 sobre Drogas de la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (ONUDD), se duplicó entre 2014 y 2019, antes de dar otro salto de 11 por ciento entre 2019 y 2020.
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Los cultivos crecen a nivel regional
El tema más notorio del informe fue el aumento de los cultivos de coca en el país. Las 14 zonas monitoreadas, que aparecen en este y el anterior informe, mostraron una expansión colectiva de cerca del 23 por ciento, de 61.777 hectáreas en 2020 a 76.158 hectáreas en 2021.
Este año las autoridades peruanas sumaron cinco nuevas zonas (Amazonas, Bajo Huallaga, Bajo Ucayali, Camanati y Madre de Dios) a la lista de seguimiento, lo que en conjunto sumó 4.523 hectáreas a la cifra total. Con esto, el cultivo de coca en Perú alcanzó su récord de 80.681 hectáreas.
Sin embargo, Perú no es el único país con una tendencia ascendente en sus cifras de cultivos. Bolivia ha tenido incrementos progresivos en la producción de la hoja en los últimos años. Otros países que antes no se habían asociado con el cultivo de coca en grandes volúmenes se han unido a la lista.
Como reveló InSight Crime, Venezuela ahora tiene una industria naciente de siembra de coca, y Honduras, que siempre había sido un productor pequeño, está escalando su capacidad de producción. El gobierno hondureño erradicó 543.000 plantas de coca entre enero y marzo de este año, una cifra récord, así como tres laboratorios de procesamiento de coca con capacidad de producir más de media tonelada de cocaína al año.
En Colombia, las bandas criminales están logrando resistir las ambiciosas estrategias de erradicación de coca del gobierno nacional, y el mejoramiento del procesamiento de la droga y el regreso de los “megalaboratorios” permitió a las bandas criminales incrementar la producción del narcótico a pesar de la leve reducción en la oferta de hoja de coca.
El desplome de las campañas de erradicación
La ausencia del Estado no solo en la Amazonía, sino también en zonas cocaleras claves en Perú, se vio exacerbada al extremo por la pandemia de COVID-19.
Las campañas de erradicación de coca, donde el gobierno arranca de manera forzada las plantas de coca, quedaron a medio camino. El informe señaló que en 2019 el gobierno peruano erradicó 25.526 hectáreas de coca. En 2020, ese número cayó a 6.273 hectáreas. En 2021 volvió a contraerse en casi 500 hectáreas.
El experto en seguridad, Pedro Yaranga, lamentó la falta de voluntad política para mantener las campañas de erradicación. “En los últimos cinco años y especialmente en este gobierno, Perú renunció a la política de lucha contra el narcotráfico”, dijo a InSight Crime.
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Los esfuerzos por reducir el flujo de cocaína, también parecen haber bajado en la lista de prioridades del gobierno. En 13 meses de mandato, el presidente Pedro Castillo ha nombrado 67 ministros, una tendencia que refleja la crisis política.
Por otra parte, la actitud hacia la erradicación parece experimentar un cambio regional. En la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente de Colombia Gustavo Petro, el principal país productor de coca del mundo, criticó las políticas antinarcóticos aplicadas por Estados Unidos en la región, y sentenció que “la guerra contra las drogas ha fracasado”. El presidente de Bolivia, Luis Arce, hizo eco de las palabras de Petro y propuso un cambio en el enfoque nacional de lucha contra las drogas que, según él, sería "menos militarizado y más orientado a los aspectos sociales y económicos".
VRAEM vital y las regiones fronterizas creciendo
La región cocalera por tradición en Perú —el valle del Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM)— representa el 40 por ciento de la producción de coca en el país. Los cultivos allí crecieron 15 por ciento entre 2020 y 2021.
El VRAEM es el mayor productor del país de base de coca y de cocaína cristalizada, el producto final. Por mucho tiempo, la producción ha estado controlada por clanes familiares que trabajan bajo la protección del grupo insurgente Sendero Luminoso, también conocido como el Militarizado Partido Comunista de Perú (MPCP), el actor paraestatal más violento del país.
Por su parte, los departamentos fronterizos se situaron en segundo lugar por el número de cultivos. Al norte, el departamento de Loreto, limítrofe con Ecuador, Brasil y Colombia, ahora representa el 12 por ciento de los sembradíos en Perú. Puno, un departamento al sur fronterizo con Bolivia, es responsable de 8 por ciento de los cultivos.
Esta proliferación a lo largo de las fronteras de Perú con Brasil, Colombia y Bolivia tiene especial importancia. La coca peruana ha sido un pilar del mercado ilícito en Bolivia desde hace años. Debido al enorme desbalance de precios, la hoja peruana es codiciada por los traficantes de Bolivia. De igual manera, en un momento en que los traficantes bolivianos trabajan para ampliar su huella global, el abastecimiento de mayores cantidades de coca del otro lado de la frontera, en Perú, podría ser una diversificación útil dado que los traficantes brasileños siempre han dependido exclusivamente de Bolivia para proveerse del producto final.
Independientemente de ello, la expansión de la coca en las regiones fronterizas de la Amazonía peruana es una causa de preocupación dada la limitada capacidad del gobierno de Lima para combatir efectivamente el narcotráfico en esas zonas remotas.