Las consecuencias a largo plazo de las políticas de orden público conocidas como de mano dura ocupan cada vez más la discusión de los gobiernos latinoamericanos tras el ataque sin cuartel contra las pandillas en El Salvador.
Aunque el presidente Nayib Bukele debe su fama a los más de 60.000 arrestos de presuntos pandilleros y a una pronunciada reducción de la tasa de homicidios en El Salvador, quienes están pensando en imitar sus medidas de mano dura pueden desanimarse con las denuncias generalizadas de violaciones a los derechos humanos.
Un nuevo libro, “Políticas de mano dura en América Latina”, editado por los politólogos Jonathan Rosen, de New Jersey City University, y Sebastián Cutrona, de O. P. Jindal Global University de India, explora cómo estas políticas de Estado han dado y siguen dando forma al crimen organizado y la violencia en Latinoamérica.
InSight Crime sostuvo una larga conversación con Rosen y Cutrona para saber más sobre el tema.
InSight Crime (IC): ¿Qué tan novedosa es la ola de mano dura motivada por las políticas implementadas en El Salvador? ¿Cómo se caracterizaría la actual popularidad contra la que ha tenido en el pasado?
Jonathan Rosen (JR): En El Salvador, por ejemplo, se vivió la mano dura en los mandatos de los presidentes Francisco Flores Pérez (1999-2004) y Antonio Saca (2004-2009). Luego hubo unas negociaciones con las pandillas con Mauricio Funes (2009-2014). Y Bukele está aplicando esta mano dura reforzada a la par que negocia con las pandillas.
Hicimos mucho trabajo en El Salvador. Hablar sobre reformas y rehabilitación de pandilleros o sobre políticas de prevención y reinserción no tiene buena acogida entre la población general.
VEA TAMBIÉN: Mano Dura 2.0: el precio de las detenciones masivas de pandilleros en El Salvador
Y aunque no es algo nuevo, el crimen y la violencia han seguido avanzando, si no es que han empeorado en la región. Escribimos un artículo titulado “Darwinismo punitivo”, donde describíamos una competencia a fondo [entre los gobiernos] por demostrar cuál es el más duro de todos. No es la primera vez que se observan estas campañas represivas, ya sea en Colombia, México o Centroamérica, pero los políticos se están dando cuenta de que tienen muy buena acogida.
Sebastián Cutrona (SC): La creciente popularidad de la mano dura se asoció a cambios en el carácter de la violencia en Latinoamérica. En los setenta y ochenta, el actor violento era el Estado. Con la transición de muchos países a la democracia en los ochenta y noventa, surgió un nuevo tipo de violencia vinculada a las acciones de organizaciones criminales. Esto llevó a que más políticos intentaran adoptar políticas de mano dura, asociadas a las políticas exitosas contra la delincuencia implementadas por Estados Unidos en los noventa.
Cuando crecen las tasas de delincuencia, se espera que los políticos adopten medidas de mano dura, pero es también cómo la población percibe esa violencia. Los políticos se basan en esta idea del temor y el enojo entre la población. A eso se debe la gran popularidad de la mano dura en los países latinoamericanos.
IC: Usted plantea que hay dos factores que alimentan esto: la situación real de seguridad y la percepción de la población sobre la situación de seguridad. ¿Cómo valora la importancia de estos dos factores a la hora de definir la tendencia de un país a adoptar o no estas políticas de mano dura?
SC: La percepción es el factor más importante. Países como Bolivia, Argentina y Chile, con una tasa de homicidios muy baja aplican sin embargo cierta forma de políticas de mano dura. Argentina sigue estándares “europeos” en términos de seguridad. Sus tasas de homicidios están casi a la par de cualquier país europeo, pero la principal preocupación es siempre la delincuencia.
JR: Existen amenazas legítimas obvias en Latinoamérica, con el narcotráfico, el crimen organizado y la violencia. Como académico, en ocasiones me parece difícil entender por qué Bukele es tan popular a pesar de las prácticas autoritarias y de sus violaciones a los derechos humanos, pero la realidad es que la población tiene reclamos legítimos.
Los políticos se dan cuenta de que no podrán hacerse elegir si no plantean esto como uno de sus principales objetivos. Este aumento en las políticas de mano dura ha demostrado que muchas veces la población está dispuesta a ser más flexible en el tema de derechos humanos si alguien está dispuesto a combatir duramente a las pandillas. Legítimamente no se puede competir si se proyecta una imagen de indulgencia hacia el crimen. En parte de nuestro trabajo más cuantitativo, hemos demostrado que no es solo la ideología, sino que se ve a ambos lados del espectro político.
IC: Menciona que los candidatos presidenciales en países con índices de violencia más altos o bajos en comparación con otros han seguido la retórica de Bukele. ¿Qué impacto cree que tendrá el éxito de Bukele en la manera como los candidatos se presentan en las elecciones de aquí en adelante?
JR: Ellos se dan cuenta de que esto les reporta votos. Al final del día, cuando se analizan los datos de las encuestas en toda la región, la gente no se siente segura. No confían en los gobiernos. Están cansados.
Entre más lo estudio, más me parece que la corrupción es el problema número uno, porque las organizaciones criminales necesitan al Estado. En lugar de enfrentar estos difíciles problemas, es fácil hacer estas redadas, detener personas, pregonarlo y mostrar el excelente trabajo que se está haciendo.
VEA TAMBIÉN: Balance de InSight Crime de los homicidios en 2022
SC: No podemos desligar esto de otros problemas más estructurales que padece Latinoamérica, como la desconfianza en las instituciones y el desplome de la democracia.
Esas ideas pueden prosperar, porque no hay rendición de cuentas. No se habla de eso en los lugares donde deberían desarrollarse estas discusiones en las legislaturas. En El Salvador, quienes tienen una opinión distinta casi han desaparecido. Bukele controla las ramas legislativa y judicial, por lo que no habrá una discusión de ese tipo.
Si tenemos que pensar qué países pueden al menos resistir esta tendencia a la mano dura, podemos esperar o que tengan instituciones sólidas y mayor rendición de cuentas horizontal entre los poderes del Estado. Este podría ser el caso en Argentina, donde cada vez que los políticos tratan de delegar en las fuerzas militares las operaciones de seguridad nacional, las organizaciones de la sociedad civil salen a la calle a decir no.
IC: Ahora que el término mano dura sigue usándose ampliamente para describir una variedad de estrategias de seguridad, ¿cree que hay un riesgo de que el término pierda significado?
SC: Estamos trabajando en un artículo que trata ese tema. Incluso entre los académicos no hay consenso sobre lo que significa la mano dura.
Revisamos aproximadamente 30 a 40 publicaciones de académicos escribiendo sobre la mano dura, y observamos que no hay ningún consenso. La mayoría de los investigadores escribían sobre la dureza de las sentencias, pero un segundo grupo de académicos hablaba sobre la política castrense. Pero además de eso, hay mucho disenso sobre los discursos punitivos, las encarcelaciones masivas, las políticas extrajudiciales, la violencia política y otros temas.
Hay una dimensión teatral de la mano dura, que es la que alardean los políticos frente a las cámaras. Luego viene la dimensión institucional, que incluye leyes que permiten la participación del ejército en políticas antinarcóticos, por ejemplo. Finalmente, está la dimensión informal, donde los políticos pueden adoptar políticas de mano dura sin pasar por el marco institucional.
Hemos identificado diferentes tipos de políticos a lo largo de Latinoamérica desde la perspectiva de esas tres dimensiones, por lo que ahora intentamos desenmarañar cómo funciona en realidad esta noción de la mano dura.
JR: De manera similar a la palabra “cartel”, la mano dura es un término comodín. No carece de significado, pero se está usando para referirse a cualquier cosa relacionada con las campañas ofensivas de las fuerzas de orden público.
IC: ¿Cómo se explica el hecho de que, a pesar de la gran evidencia que demuestra sus riesgos, la estrategia de mano dura siga siendo tan popular?
SC: Intento tender un puente entre la teoría y el mundo real escribiendo para distintas audiencias en columnas de opinión y editoriales en periódicos. Puede ser útil ofrecer una narrativa diferente que se acerque más a la evidencia empírica que limitarse al discurso político.
JR: Lo primero que siempre digo cuando doy conferencias para diferentes organizaciones o representantes de gobierno es que no tengo soluciones mágicas. La enorme brecha que existe entre la academia y el gobierno disuade a muchos académicos de involucrarse en temas de políticas. Pero solo digo, esto es lo que vimos, esta es la situación y estos son algunos posibles factores que deben considerarse.
Es muy importante entender el contexto y que no hay un modelo que sirva para todo, pero esto se pierde en la política. Muchos políticos, al final del día, no quieren pronunciarse de manera muy negativa respecto a otros políticos. Se ven empujados en esa dirección, porque es difícil ir contra el sistema.
*Esta entrevista se editó buscando mejorar la claridad y la fluidez.