Este 3 de marzo, Día Mundial de la Vida Silvestre, coincide con el 50 aniversario de la firma de un tratado internacional de tráfico de vida silvestre conocido como CITES. Pero, en su cumpleaños, el tratado enfrenta varios desafíos para proteger a las especies en peligro de extinción.
La gran mayoría de los países del mundo, incluida toda América Latina y el Caribe, excepto Haití, han firmado la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). El tratado tiene como objetivo proteger a más de 38.000 especies de flora y fauna, muchas de las cuales habitan en los biodiversos países de América Latina y el Caribe.
El tratado contempla tres niveles de protección. Para las especies en altos niveles de peligro, como el felino más grande de América, el jaguar, el CITES prohíbe casi todo el comercio internacional. Para las especies menos amenazadas, como la concha reina nativa del Caribe, el tratado impone restricciones al comercio. Y para otras especies protegidas, como el paují colombiano, el tratado les permite a los países imponer sus propias restricciones al comercio.
InSight Crime habló con expertos en vida silvestre para conocer más sobre el legado del CITES en América Latina y el Caribe durante los últimos 50 años y los desafíos que enfrenta el tratado actualmente y en el futuro.
Un comienzo prometedor
El CITES es el mayor tratado de protección de la vida silvestre en el mundo, y su amplio apoyo internacional ha mejorado la cooperación regional y mundial en la lucha contra el comercio ilícito de especies silvestres.
El tratado exige que los importadores y exportadores de especies protegidas obtengan permisos de la autoridad del CITES de su país. Esos permisos se supervisan a través de una base de datos internacional centralizada.
El CITES “ha mejorado la coordinación y el intercambio de información entre las autoridades, funcionarios, técnicos e investigadores”, dijo Eduardo Franco, reportero boliviano experto en delitos ambientales.
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La convención también tiene un poder sancionatorio significativo, como afirma Alicia Kuroiwa, una científica experta en temas marinos, que trabaja con Oceana, grupo de protección ambiental, en Perú.
“Si hay pruebas de que un país no está cumpliendo con el CITES, se le puede bloquear el comercio de todas las especies protegidas por el convenio [con todos los Estados miembros]”, dijo Kuroiwa a InSight Crime.
En su historia, el CITES ha implementado prohibiciones comerciales totales en Bolivia, El Salvador, Guyana y Panamá, entre otros países, todas las cuales se han eliminado poco después de que los países han implementado los cambios requeridos, como la mejora de la presentación de informes y la legislación. Granada y Belice se enfrentan actualmente a sanciones parciales por el comercio indebido de conchas de caracol y orquídeas, respectivamente.
Los cocodrilos, la vicuña, el pirarucú y la concha reina son especies de la región que se han recuperado gracias a los mecanismos de la convención, le dijo a InSight Crime el director de políticas de vida silvestre de WWF International, Colman O'Criodain.
“El CITES es considerado uno de los tratados de conservación más eficaces que existen”, afirma Sarah Uhlemann, directora del programa internacional del Centro para la Diversidad Biológica.
Desafíos continuos
Si bien el tratado ha mejorado la comunicación entre los países, muchos todavía tienen dificultadas para hacer cumplir las normativas relacionadas con el tráfico de vida silvestre dentro de sus fronteras debido a aspectos como la corrupción, la falta de recursos y las constantes innovaciones de los traficantes en sus métodos.
Un buen ejemplo de estas deficiencias es la multimillonaria industria de aletas de tiburón de Ecuador y Perú. Dada la enorme demanda de aletas de tiburón en los mercados europeos y asiáticos, los traficantes han falsificado permisos y blanqueado aletas de especies protegidas, mezclándolas con aletas legales.
Las bajas multas que se les imponen a quienes son atrapados no son disuasorias. Debido a la enorme rentabilidad de esta industria, las autoridades ecuatorianas se han hecho las de la vista gorda frente a las lagunas legales que regulan el comercio.
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En Colombia, los organismos autónomos regionales que supervisan el uso y el comercio de fauna y flora en todo el país, y que están adscritos al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (Minambiente), están corrompidos por actores criminales, algunos de los cuales quizá están vinculados a las élites políticas.
Los traficantes también han logrado utilizar empresas legales, como los zoológicos, para blanquear animales ilegales, creando certificados falsos para permitir su exportación.
Las autoridades enfrentan dificultades para controlar a los traficantes. La aplicación de las regulaciones del comercio de vida silvestre suele pasar a un segundo plano frente a otras formas de delincuencia, como el tráfico de drogas o el homicidio, lo que da como resultado una falta de fondos, falta de experiencia y poca mano de obra.
“Cuando uno habla de un animal, un árbol o una planta, le responden: ‘pero no está muriendo nadie’”, dice Kuroiwa. “Hay que demostrarles a las autoridades policiales que la biodiversidad es importante”.
Un futuro incierto
El principal desafío que enfrenta el CITES en el futuro es la creciente demanda mundial de productos de vida silvestre, que, junto con el cambio climático, disminuyen la cantidad de algunas de las especies más apetecidas de la región.
“Mientras exista una demanda por algún producto o derivado de la vida silvestre, siempre existirá alguien dispuesto a brindar una oferta”, dijo Franco a InSight Crime.
Aunque el CITES puede detener el comercio legal de vida silvestre entre países, el hecho de que dependa de los países para hacer cumplir la ley es una limitación a los impactos que pueda tener sobre los delitos ambientales. “Este mandato [...] hace que el comercio sea ilegal, pero no está diseñado específicamente para hacer frente al tráfico”, dijo Uhlemann a InSight Crime.
En lugar del comercio legal, los grupos criminales han buscado satisfacer la demanda. Los traficantes en la costa occidental de Suramérica satisfacen la constante demanda de aletas de tiburón en Asia y Europa, con cargamentos de varias toneladas que continúan pasando a pesar de las regulaciones del CITES y los esfuerzos de las autoridades.
A futuro, el CITES seguirá proporcionando un marco sólido para la regulación del comercio de especies silvestres, pero solo puede llegar hasta cierto punto.