Para muchos analistas del crimen organizado, el enfrentamiento en Juárez, que cobró la vida de cerca de 10.000 personas en un período de cuatro años, fue una guerra de titanes: el Cartel de Juárez contra el Cartel de Sinaloa. Pero más allá de ese análisis está la cuestión más compleja sobre quién mueve los hilos del poder en México.

Esta cuestión se complica aún más en Juárez, una ciudad fronteriza donde varias capas de traficantes de influencias siguen buscando imponer su voluntad, los unos sobre los otros, para controlar esta lucrativa plaza. Éstos incluyen grandes grupos criminales, policías locales y federales, el ejército, la Oficina de la Procuraduría General de la República, los políticos y las pandillas.

*Este artículo hace parte de una serie sobre la violencia en Ciudad Juárez. Vea la serie completa aquí. También puede descargar el PDF completo aquí.

Sinaloa versus Juárez

Según cuenta la historia, a principios de 2008, el Cartel de Sinaloa acorraló al Cartel de Juárez en la ciudad y luego utilizó una estrategia de golpes sorpresa para atacarlo dentro de los límites de la ciudad (Para un recuento completo de este tema, consulte acá). Después de tomar el control de los mayores corredores de tráfico de drogas en las afueras de la ciudad, sicarios profesionales, conocidos por el nombre de “Gente Nueva” o  “Recién llegados”, atacaron al sistema de generación de dinero del Cartel de Juárez: los centros de distribución de drogas y sus refugios.

Algunos análisis empíricos parecen confirmar esto. Un estudio realizado por Carlos Vilalta y Robert Muggah (pdf), que marcó las zonas más violentas de la ciudad en 2009 y 2010, encontró una fuerte concentración de los homicidios en las zonas más pobres, donde imperan los centros de expendio de drogas.

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Después de perder algunos de sus principales centros de generación de dinero, los cada vez más desesperados miembros del Cartel de Juárez recurrieron al secuestro y a la extorsión para financiar su lucha. (El estudio de Vilalta y Muggah pone de manifiesto que las áreas de “la clase media” también fueron atacadas).

Esta violencia contra la clase media enfrentó a los habitantes locales contra el Cartel de Juárez y sus agentes, lo que los hizo blancos más fáciles para las autoridades. Decenas de agentes de alto nivel del Cartel de Juárez fueron asesinados o arrestados. Los cabecillas del Cartel de Juárez huyeron y se dividieron. El Cartel de Sinaloa se instaló en puestos de poder y desde entonces ha impuesto su voluntad en la ciudad.

Pero este análisis se queda corto en dos frentes: el primero tiene que ver con la violencia entre pandillas en Juárez. La ciudad cuenta con unas 900 pandillas, muchas de las cuales sirven de carne de cañón para las organizaciones narcotraficantes internacionales, pero muchas otras permanecen como operadores independientes que tratan de explotar el creciente mercado local de drogas.

En mayo de 2010, en el apogeo de la violencia, el comandante de la policía Facundo Rosas Rosas afirmó a InSight Crime que la mayoría de los enfrentamientos eran entre estas bandas enfrentadas por el control del nivel más bajo del “territorio”, y que una parte estaba relacionada con la guerra entre los carteles, pero otra parte no.

El segundo frente, debemos tener en cuenta el papel de los actores estatales, especialmente políticos, fiscales, policías y comandantes militares – los denominados “garantes” del bajo mundo criminal.

Los “Garantes”

Cuando el Cartel de Sinaloa le declaró la guerra al Cartel de Juárez en 2008, lo hizo poniendo una “narco-manta” en un monumento a los policías caídos. El texto de la tela titulado “Para los que no creyeron” enumeraba los nombres de cuatro policías que habían sido asesinados. Otra sección del texto titulada “Para aquellos que todavía no creen” era una lista de otros 17 oficiales que estaban aún con vida. Todos eran supuestamente miembros de La Línea, brazo armado del Cartel de Juárez.

Estos agentes de policía fueron, en muchos sentidos, los garantes del orden en el mundo criminal de Juárez. Por un precio, proporcionaron protección física para el personal, los bienes y servicios ilegales, y un mínimo de garantía de que nadie iba a procesar a este personal protegido. Controlarlos significaba controlar el mundo criminal. Retirarlos, como empezó a ocurrir desde el comienzo mismo de la violencia, trajo como resultado el caos.

El tradicional agente de poder, el Cartel de Juárez, había establecido el equilibrio en la ciudad mediante el pago a estos garantes. Cooptaron a la clase política local, como alcaldes, diputados de la ciudad y del estado, y la policía: La Línea se alimentó casi exclusivamente de policías activos y retirados. También dejó impotente a la Oficina de la Procuraduría General de Chihuahua, o lo que es peor, dependiendo de a quién se le preguntara.

Por su parte, el Cartel de Sinaloa dependía de otros garantes, a saber, los miembros de las fuerzas armadas y la policía federal. (El recuento más completo de esta tendencia puede encontrarse en “Los Señores del Narco” de Anabel Hernández; vea también el informe especial de 2010 de National Public Radio, que en parte se basa en la información de Hernández).

Sin embargo, ya fueran federales o locales, estos garantes también tenían su propia dinámica, sus propios líderes, su propia inercia y sus propias batallas. Hubo, sin duda, una tensión natural entre estos garantes en Juárez. Los altos mandos, los políticos de más alto nivel y otros agentes políticos, querían que les pagaran más que a los mandos medios y bajos. Los niveles más bajos, es decir, los comandantes de la policía de nivel medio e investigadores, naturalmente se sintieron dejados de lado.

Esta tensión puede ayudar a explicar en primer lugar porque surgió La Línea. El grupo era, en esencia, la forma como la policía garantizaría que recibiría su justa parte. No es una coincidencia que los otros brazos armados vinculados a las fuerzas de seguridad, como los Zetas, surgieran casi al mismo tiempo. Al igual que La Línea, desde el principio sintieron la necesidad de contar con su propia estructura, nombre y reglas. De esta forma se podría garantizar una mayor rentabilidad por su trabajo.

Primero fisuras; luego ruptura

Hay muchas opciones de donde elegir a la hora de identificar el detonador de la violencia en Juárez. Para algunos, la batalla se remonta a 2004, cuando algunos individuos sospechosos de trabajar para Sinaloa y “El Chapo” Guzmán, mataron al líder del Cartel de Juárez, Rodolfo Carrillo Fuentes. El Cartel de Juárez respondió matando al hermano de Guzmán.

Pero ese conflicto pareció menguar, al menos durante un tiempo, y los miembros de ambos carteles continuaron operando en la zona. Lo que es más, La Línea parecía garantizarles el negocio, tanto al Cartel de Juárez como al Cartel de Sinaloa, recolectando lo que se conoce como “piso”, o un peaje, de ambos grupos sobre la mercancía movilizada a través del Valle de Juárez.

Más fisuras comenzaron a abrirse en 2006, cuando un exagente de alto rango de la policía se separó del jefe de La Línea, alias “JL”. Así comenzó una pugna entre las grandes organizaciones criminales para obtener el control del mayor número posible de garantes (vea “La Fábrica del Crimen” de Sandra Rodríguez). En medio de esta lucha, como cuenta otra versión, el Cartel de Juárez comenzó a compensar en exceso a los altos mandos de esta estructura, lo cual enfureció a los miembros de los mandos medios y bajos, alimentando así las fisuras.

Al mismo tiempo, Juárez incorporó un nuevo componente: Barrio Azteca, una poderosa pandilla callejera que controlaba el sistema penitenciario y las redes de distribución en la calle. Este nuevo actor trató de imponer orden en la vieja guardia, eestableciendo una estructura de rendición de cuentas claras y una jerarquía militar. El Cartel de Juárez también trató de monopolizar el control de la zona y algunas de sus nuevas fuentes de ingresos, principalmente la distribución local de droga y la extorsión.

El resultado de estas diversas dinámicas fue una ruptura total. Algunos miembros de La Línea se alinearon con el Cartel de Sinaloa. Este último también incorporó elementos de la policía federal y el ejército en su esquema, y estas fuerzas proporcionaron un impulso increíble al grupo cuando llegaron a la ciudad.

La evidencia respecto a esta alianza es anecdótica. Sin embargo, cuando las fuerzas armadas y la policía federal llegaron en 2008, había una escalada de niveles de violencia; en lugar de aplacar la situación, la violencia se agravó mientras que estos dos actores federales permanecieron en Juárez. Este periodo vio el encarcelamiento masivo de Aztecas y la captura de varios miembros de alto nivel de La Línea.

El cartel de Juárez pudo mantener a raya a los de Sinaloa mientras mantuvo el control de los garantes de alto rango. Sin embargo, en el periodo comprendido entre 2008 y 2011, los garantes del Cartel de Juárez cambiaron constantemente: la policía municipal y estatal fueron depurgadas, reagrupadas y ahora están siendo repurgadas de nuevo en menor escala; los gobiernos municipales y estatales tuvieron elecciones y están llenos de funcionarios recientemente elegidos y recientemente nombrados; la Oficina de la Procuraduría General del Estado ha cambiado de personal en los niveles directivos superiores y medios.

Los garantes también estaban en la mira. Como lo prometió, el Cartel de Sinaloa eliminó a siete agentes de la policía ede quienes aparecían en el panfleto de quienes “todavía no creen”. Los otros “ejecutables” de la lista, como se los conoció en Juárez, huyeron. Otros 200 miembros de la policía cayeron muertos durante la violencia, según el excelente relato que hace Sandra Rodríguez de este enfrentamiento en su libro, “La Fábrica del Crimen”.

Sinaloa también atacó a los altos mandos, en particular a la Oficina del Procurador General y a otros operarios judiciales, entre ellos Mario Ángel González, hermano de la procuradora general estatal, Patricia González. Mario González fue asesinado después de ser secuestrado y enfrentar un interrogatorio grabado en vídeo, en el que admitió ser parte de La Línea. (ver el video abajo). El sobrino de Patricia González también fue asesinado en un misterioso incidente.

YouTube video

En el proceso, el Cartel de Juárez perdió su influencia, y la marea cambió a favor de Sinaloa. En 2011, la suerte estaba echada y funcionarios de inteligencia llamaban vencedor a Sinaloa.

¿Hacia un nuevo equilibrio?

El caótico estado de las organizaciones delictivas en Ciudad Juárez hace que sea difícil determinar si la ciudad se está moviendo hacia un nuevo equilibrio, o si vaga sin rumbo hacia la violencia y reacomodamiento.

Homicidios mensuales en Juárez

Source: Fiscalia General de Justicia – Zone Norte del Estado de Chihuahua

Estadísticas recientes sugieren lo primero. El año pasado fue el periodo de 12 meses menos violento desde 2007, con un registro de 740 asesinatos del gobierno estatal. Los niveles de homicidios son una quinta parte de lo que eran a principios de 2011.

Naturalmente, algunos analistas y autoridades se han centrado en los grupos criminales para explicar el por qué de la acelerada caída en los homicidios. El sentimiento común es que el Cartel de Sinaloa y sus agentes locales han establecido control sobre varios corredores principales de la ciudad con el soborno de los garantes suficientes para dominar la plaza.

Prueba de ello, afirman los analistas de inteligencia y los agentos encubiertos, es que el cartel está cobrando “piso”. Este es el impuesto que se les cobra a otras organizaciones que utilizan su territorio para hacer negocios, comúnmente es pasar drogas ilegales a través de la zona. Los funcionarios gubernamentales de inteligencia le dijeron a InSight Crime que habían capturado recientemente a miembros de la Familia Michoacana, rival de Sinaloa, moviendo drogas a través de Ciudad Juárez, y que cuando se les interrogó, los sospechosos dijeron que estaban pagando piso al Cartel de Sinaloa.

Pero, ¿es sostenible este nuevo equilibrio? El nuevo orden no es igual al antiguo. Los garantes de Sinaloa son los que están cambiando ahora, lo que podría dejarlos vulnerables a los desafíos del Cartel rival de Juárez, e incluso frente a un grupo emergente como Barrio Azteca. El ejército ya no tiene presencia, y la policía federal está reduciendo su papel.

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Adicionalmente, Sinaloa ya no puede contar tampoco con los garantes locales tradicionales. Algunos permanecen bajo la influencia del Cartel de Juárez, que todavía acecha y amenaza con incursionar de nuevo en la ciudad.

Otros parecen estar cambiando de uniforme, literalmente. La policía municipal, antes el garante fundamental de Juárez, es ahora un comodín. Su jefe, Julián Leyzaola, ha demostrado una determinación sin precedentes. La Oficina del Procurador General estatal está trabajando en estrecha colaboración con las autoridades federales de México y con autoridades estadounidenses, y debilitando lo que queda de La Línea en la ciudad.

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Pero los avances son inestables, especialmente después de un largo periodo de violencia extrema. Esta violencia estalló con tal fuerza pasando de unos 300 homicidios por año a más de 3.500 en 2010 que hasta el más optimista de los residentes de Juárez parece estar esperando que comience la siguiente ronda de enfrentamientos.

Steven Dudley is the co-founder and co-director of InSight Crime and a senior research fellow at American University’s Center for Latin American and Latino Studies in Washington, DC. In 2020, Dudley...

10 respuestas a “De cómo la policía y los políticos escogieron al ganador de la guerra en Juárez”