Olfato. Es un término usado con bastante frecuencia en los círculos judiciales y de policía en Centroamérica (así como en otros lugares del mundo). Se refiere al sexto sentido que tienen cuando inspeccionan la escena de un crimen, cuando investigan un homicidio o examinan los papeles que informan de uno. No hay nada científico en eso del olfato, pero parece como si esa fuera la medida guía en lo que respecta a la determinación de esta pregunta crucial: lo que hay detrás del flujo constante de homicidios en Centroamérica o, en este caso, en Guatemala.

En el presente estudio, hemos tratado de ir más allá del olfato. Pero también hemos tropezado con limitaciones extremas y hemos tenido que depender de medidas subjetivas, aunque un poco más consistentes. Y creemos que nuestro trabajo en la revisión de cada caso nos acerca un poco más a entender la dinámica de la violencia en Chiquimula y la Zona 18, resultados que son el comienzo de lo que esperamos que sea un proceso un poco más analítico en el desciframiento de estas dinámicas.

*Este artículo hace parte de una serie de cuatro partes que describe los retos y lecciones de diferenciar muertes vinculadas a pandillas y al narcotráfico en Guatemala. Lea el informe completo aquí.

No puede exagerarse la importancia de este ejercicio. Sin una noción clara de la dinámica de los homicidios, las autoridades locales y sus aliados internacionales han encontrado dificultades para desarrollar estrategias claras y asignar recursos de manera efectiva.

Sin embargo, la respuesta sigue siendo difícil de encontrar, al menos cuando consideramos lo limitado de los datos que estudiamos. Sin duda, nuestra primera conclusión y posiblemente la más importante es que, dado el alto número de homicidios que caen en la categoría de lo desconocido, es difícil decir con precisión que las declaraciones de las autoridades sobre homicidios asociados con pandillas o con narcotráfico sean incorrectos.

Pero es igualmente difícil decir que son correctos. De hecho, a partir de estos datos y ese análisis, nuestra conclusión preliminar en lo que respecta a las organizaciones narcotraficantes, e incluso nuestra caracterización levemente modificada de “crimen organizado”, podemos decir que la realidad corresponde a las declaraciones. Por supuesto, este punto requeriría más exploración, pero lo que podemos decir de los datos obtenidos en Chiquimula es que hay un sinnúmero de homicidios que tienen relación con conflictos sociales y económicos que no tienen que ver con el crimen organizado o el narcotráfico. Y solo el 28 por ciento de los casos pueden atribuirse con fundamento al crimen organizado.

La consistencia con la que se presentan homicidios en lugares como Chiquimula también sustenta esta tesis. Las actividades de narcotráfico —medidas muchas veces mediante proxis como los decomisos— presentan grandes variaciones de año en año. Pero los homicidios en estos estados orientales no cambian con tanta rapidez como los patrones de los traficantes.

Entretanto, la violencia de pandillas, por lo menos según lo expresan las declaraciones de los políticos y sus homólogos en la policía y el Ministerio Público, está muy cerca de lo que descubrimos. En nuestro estudio de la Zona 18, hallamos que nuestro análisis de los homicidios coincidió casi exactamente con el del MP (y el del presidente Otto Pérez Molina al comienzo de este informe).

Además, nuestro análisis de los móviles también tuvo elementos en común. El resultado es que coincidimos con la percepción general de que la actividad de pandillas tiene relación con casi el 40 por ciento de los homicidios en estas zonas urbanas donde dominan las pandillas. Otros factores, como edad, tipo de arma y presuntos móviles también corresponde con el de los analistas y policías con los que consultamos.

Lo que no sabemos en relación con la violencia de pandillas es si esta es la tendencia en todas las zonas controladas por las pandillas. Con seguridad, la gran pregunta es si podemos hacer inferencias con base en esta información. Infortunadamente, no pensamos que sea así. Estudiamos dos años. Necesitaríamos estudiar más. Y necesitaríamos analizar más datos de más áreas geográficas. También necesitaríamos obtener más información de las autoridades. La información preliminar de la escena del crimen no es más que una instantánea. Pero dados los altos índices de impunidad, y el hecho de que tan pocos de estos casos reciben alguna atención real, es la mejor fuente de información primaria que tenemos.

Hasta la fecha, el énfasis en la recolección de datos ha sido la satisfacción de un apetito político, mostrar que alguien presta atención y, en el mejor de los casos, que estas estadísticas se mueven en dirección positiva.

Lo que podemos decir con autoridad es que hay pocos homicidios presentados de manera impecable. La variedad de víctimas, lugares, tipos de armas, horas de los delitos y modus operandi que encontramos dificultaron en extremo nuestra tarea, lo que puede ser la razón por la que la policía y el MP evitan por completo esta pregunta en la mayoría de los casos: en muy pocos puede alguien dar una respuesta con una certidumbre total de si un homicidio tiene relación con narcotráfico con actividades de pandillas.

Sin embargo, existe una forma de acercarse más a la respuesta sin desviarse en las generalizaciones políticas que atienden a los intereses de presidentes, fuerzas de seguridad y otros interesados en presentar una imagen simplista. Eso se hace mejorando la manera como se recopila, organiza y analiza la información.

Como se señaló en la segunda parte sobre el acopio de la información, hay una montaña de información recopilada a lo largo del proceso. Estos datos podrían usarse para muchos fines, comenzando con la investigación penal en sí. Pese a lo que digan algunos fiscales, el informe de la escena del crimen que llenan los agentes de policía que responden a la llamada contiene una plétora de información. Esta información sencillamente se subestima, y más adelante, muchas veces se pierde. Solo quedan partes de ella, por lo general asociada con la recopilación de estadísticas criminales  globales. Esto es una gran pérdida.

VEA TAMBIÉN: Informe completo sobre homicidios en Guatemala

También hay muchos usos suplementarios de esta información. Por ejemplo, la policía hace un mapeo geoespacial de las zonas candentes de homicidios, pero esto podría mejorarse mucho. La policía, por ejemplo, parece tener la información que necesita para implementar una forma básica de CompStat.[1]  Esto podría cruzarse también con datos derivados de los homicidios mismos para comprobar hipótesis sobre si ciertos tipos de víctimas aparecen siempre en los mismos lugares o si hay un uso consistente de ciertas armas en las mismas zonas.[2]

También puede ayudar comprobar las correlaciones entre los homicidios rurales, rastreando, por ejemplo, el uso de cuchillos, machetes o elementos contundentes como armas homicidas, y la presencia de disputas por tierras en el sistema judicial. Una serie de factores similares podría ponerse a prueba en lo que respecta a los homicidios relacionados con el crimen organizado o las pandillas. El sistema también podría ser útil para cotejar sospechosos, víctimas, testigos, vehículos, placas de matrícula, etc.

Hasta la fecha, el énfasis en la recolección de datos ha sido la satisfacción de un apetito político, mostrar que alguien presta atención y, en el mejor de los casos, que estas estadísticas se mueven en dirección positiva. Pero esto es miope e ignora los aspectos subyacentes que llevan a esta violencia en primer lugar. Los datos no son un fardo burocrático que se usa para avanzar en la escala profesional o para sacar réditos políticos. Es la base sobre la que se diseñan las estrategias, se asignan recursos y se salvan vidas.

Recomendaciones

1. Hacer énfasis en la necesidad de información y análisis de datos centrados en la dinámica de homicidios. Este análisis debe ser prerrequisito en cualquier zona donde partes interesadas locales e internacionales estén haciendo grandes inversiones para reducir los índices de homicidios. El análisis debe tener en cuenta los datos primarios de los crímenes mismos, así como las opiniones informadas y las percepciones de las fuerzas de seguridad, los investigadores y otros que vigilen de cerca la situación.

2. Discutir en grupo el uso y la importancia que la PNC, el INACIF y el MP dan a la información y los datos de la escena del crimen y otras investigaciones, para que haya una noción de cómo se usan para: a) resolver homicidios; b) analizar dinámicas criminales. Hay un gran volumen de información recopilada en las etapas iniciales de las investigaciones por homicidio que es subvalorada. Para que alguien se preocupe por él, necesitan entender mejor su utilidad.

3. Capacitar o contratar más técnicos de datos en la policía, el INACIF y el MP. Centrar los esfuerzos y el dinero en conseguir personas para entender mejor la recopilación, la gestión y el análisis de los datos, para que no se desperdicie un solo bit en ninguna parte del proceso. Hay algunos problemas de infraestructura que deben resolverse (ver abajo), pero el problema principal es que no hay muchos especialistas en esta área que estén capacitados para organizar. Los pocos especialistas que hay también parecen ser subestimados y subutilizados.

4. Entrenar más analistas. Una de las formas citada de manera más consistente para reducir las tasas de homicidios es entender mejor las dinámicas de la zona en cuestión. El MP ha iniciado este proceso de crear un equipo de analistas. La policía debe unírseles.

5. Invertir en infraestructura para hacer posible:

• La transferencia segura de datos e información por internet para evitar el uso innecesario de recursos escasos.

• La recopilación y el cotejo de la información en un solo archivo digital del caso de la investigación por homicidio para dar a fiscales y analistas del MP la capacidad de estudiar el caso, cotejarlo con otros casos, etc.

*Este proceso, que requirió un trabajo increíblemente intensivo, fue financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional vía Democracy International. Se desarrolló bajo la dirección de Steven Dudley, codirector de InSight Crime. En un inicio trabajó con Carlos Mendoza, anteriormente en la Iniciativa Empresarial Centroamericana; Mendoza está ahora en el Ministerio de Finanzas. Julie López trabajó incansablemente la última cuarta parte del proyecto en la compilación de datos y las entrevistas a analistas y policías. López y Victoria Dittmar analizaron y catalogaron los cientos de informes preliminares de policía que se recopilaron de Chiquimula y la Zona 18. Steven Dudley redactó el informe, con ayuda de Mendoza y López. Jaime López-Aranda, exfuncionario del gobierno mexicano y especialista en recolección y análisis de datos, revisó e hizo comentarios a la metodología y los borradores del informe.  InSight Crime desea agradecer a la PNC, el MP y el Ministerio de Gobernación de Guatemala por su ayuda en este proyecto. Lea el informe completo aquí.


[1] CompStat significa “Estadísticas de comparación computarizada”. Lo utilizan la policía y otros organismos de seguridad para mapear estadísticas delincuenciales por largos periodos de tiempo, lo que les permite desplegar y utilizar mejor sus recursos humanos para prevenir el delito.

[2] Varios países de Latinoamérica están explorando esas posibilidades, principalmente Colombia. Allí, la policía ha implementado el llamado Plan de cuadrantes en varias de las principales ciudades, el cual emplea datos delictivos con georreferenciación para establecer prioridades y asignación de recursos.

Steven Dudley is the co-founder and co-director of InSight Crime and a senior research fellow at American University’s Center for Latin American and Latino Studies in Washington, DC. In 2020, Dudley...