Durante más de dos décadas, el capo colombiano Gilberto Rodríguez Orejuela, alias “El Ajedrecista”, fue uno de los cabecillas del extinto Cartel de Cali, una confederación de 15 grupos criminales dedicados a transportar cocaína hacia Estados Unidos y Europa, de la cual él fue uno de sus fundadores.

Junto con su hermano menor, Miguel Rodríguez Orejuela, Gilberto llegó a controlar el 80 por ciento del mercado de la cocaína en Estados Unidos. Pero a pesar de que se convirtió en uno de los narcotraficantes más buscados de Estados Unidos en 1989, El Ajedrecista logró hacerse pasar por un hombre de negocios en Colombia, lo que le permitió escapar de las garras de la justicia.

El fin del emporio criminal de Orejuela comenzó en 1995, cuando fue detenido en una de sus ostentosas propiedades en la ciudad de Cali, capital del departamento del Valle del Cauca, ubicada en el suroccidente colombiano. El Ajedrecista fue condenado a 30 años en una prisión de Estados Unidos. Desde 2006 hasta su muerte, el 31 de mayo de 2022, Orejuela cumplió su condena en la prisión federal de Butner, en Carolina del Norte.

Historia

Gilberto Rodríguez Orejuela nació el 30 de enero de 1939 en el municipio de Mariquita, departamento del Tolima. El infame narcotraficante colombiano recibió su primer salario por el transporte de drogas para uso lícito. Cuando Gilberto tenía 13 años, trabajaba como mensajero en la farmacia La Perla, y recorría su ciudad natal en bicicleta para llevarle medicamentos a una anciana.

Luego sus padres, un pintor y una ama de casa, decidieron mudarse a la ciudad de Cali. Allí creció con su hermano menor Miguel, quien más tarde se convertiría en su socio comercial.

Mientras estudiaba en la escuela San Luis Gonzaga de la capital del Valle del Cauca, Gilberto también trabajó como mensajero en una farmacia, donde no solo distribuía medicamentos, sino que además engañaba con los precios de los medicamentos y las autorizaciones médicas para venderlos.

Hacia los años setenta, El Ajedrecista dio pasos importantes en el ámbito ilegal, vinculándose a un grupo de comerciantes que más tarde conformarían el conocido Cartel de Cali, con el objetivo de contrabandear telas y whisky. También se involucró en la banda criminal “Los Chemas”, que fue acusada de secuestrar a dos extranjeros de una familia de diplomáticos en Cali.

Hacia 1975, Gilberto Rodríguez Orejuela ya exportaba grandes cantidades de cocaína, camuflada en tablones de madera que eran enviados en cargamentos lícitos desde el puerto de Buenaventura, en la costa Pacífica de Colombia, hasta varias bodegas y empresas ficticias en Estados Unidos. En 1976, El Ajedrecista estuvo vinculado a actividades de narcotráfico, después de que se incautaran 290 kilos de pasta de coca que iban de Perú hacia Colombia.

Dos años después, las autoridades descubrieron una red de distribución de cocaína en Queens, Nueva York, que presuntamente era controlada por Rodríguez Orejuela.

Durante la década de 1970, el capo colombiano no solo se posicionó en el mundo del narcotráfico, sino que además amplió su emporio lícito. Junto con Miguel, Gilberto penetró en el mundo del capital legal, como un acaudalado inversionista en diferentes firmas, bancos y empresas, como Laboratorios Kressfor, Drogas La Rebaja, Grupo Radial Colombiano y Corporación Financiera de Boyacá, así como en Chrysler y First Interamericas Bank de Panamá.

A mediados de la década de 1980, bajo el mando de los hermanos Rodríguez Orejuela, el Cartel de Cali ya había logrado consolidarse como una de las principales organizaciones narcotraficantes del hemisferio. Para entonces, tenían sus propias rutas y mercados, y las autoridades estadounidenses y europeas ya habían identificado signos de su actividad; el arresto de Gilberto, mientras estaba con el narcotraficante Jorge Luis Ochoa en Madrid, España, a fines de 1984, fue prueba de ello. Después de permanecer en cautiverio por más de 12 meses, el gobierno de Felipe González autorizó su extradición a Colombia, y fueron entregados a las autoridades en 1986.

Una vez en territorio colombiano, El Ajedrecista fue trasladado a la cárcel de Bellavista en Cali, donde permaneció durante 13 meses. A pesar de que el juez penal número 11 del Circuito de Cali, Tobías Iván Posso, abrió un proceso contra Gilberto por narcotráfico, este fue absuelto en 1988 por falta de pruebas, y volvió a la actividad criminal.

Si bien Gilberto Rodríguez Orejuela logró resolver sus procesos judiciales a su favor, sus días de libertad estaban contados. En 1995, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos publicó una lista de empresas cuya propiedad fue asignada a los hermanos Rodríguez Orejuela y al menos un centenar estaban vinculadas a los narcotraficantes.

Además, ese mismo año, el Bloque de Búsqueda, una unidad policial de élite conformada en 1989, capturó al narcotraficante colombiano en una lujosa casa en el barrio de Santa Mónica de Cali. Rodríguez Orejuela fue trasladado de inmediato a Bogotá, donde inicialmente fue condenado a 12 años de prisión, pero su sentencia fue reducida a siete por confesar algunos delitos y por buena conducta.

El Ajedrecista recuperó su libertad, por su suerte cambió en 2004, cuando la Fiscalía General de la Nación lo arrestó por enviar 150 kilos de cocaína a Estados Unidos en 1990. El gobierno de Estados Unidos solicitó la extradición del capo colombiano, y en 2006 Gilberto fue condenado a 30 años de prisión por conspirar para importar cocaína a Estados Unidos y lavar dinero de la droga. Estuvo recluido en la cárcel federal Butner hasta su muerte, de linfoma cerebral, el 31 de mayo de 2022.

Actividades criminales

Gilberto Rodríguez Orejuela y su hermano Miguel fundaron el Cartel de Cali, una de las organizaciones narcotraficantes más importantes de los años ochenta y noventa. Bajo el mando de los hermanos, Helmer Herrera y José Santacruz Londoño, el grupo criminal importó al menos 200 toneladas de cocaína a Estados Unidos, lo que correspondía al 80 por ciento de las drogas que circulaban en Estados Unidos. La sofisticada organización controlaba todas las fases de la cadena de producción del tráfico de cocaína, incluida la producción, el transporte y la distribución, así como el lavado de dinero.

Las autoridades estadounidenses determinaron que entre 1990 y 1993, los hermanos Rodríguez Orejuela escondieron al menos 137 toneladas de cocaína en cargamentos de postes de concreto, verduras congeladas, café y baldosas de cerámica. Los cargamentos se transportaban en buques portacontenedores desde Colombia hasta el sur de Florida, con escalas en Venezuela, Panamá y Guatemala, y le representaron ganancias de al menos US$1.300 millones al Cartel de Cali. A diferencia de otros capos de la droga en ese momento, Gilberto trató de mantener un perfil bajo, movilizándose en un automóvil modesto y rodeado por un pequeño convoy de seguridad que incluía mujeres.

Su detención en España en 1984 reveló que también se movía en territorio europeo, donde, según Blu Radio, se hacía pasar por un empresario llamado Gilberto González Linares. El Ajedrecista también hacía viajes de placer por América Latina. En entrevista con el periodista Julio Sánchez Cristo, Gilberto reveló que viajaba con frecuencia para ver jugar a su equipo de fútbol, el América de Cali. Por ejemplo, en 1984, antes de ser detenido en España, voló a la ciudad de Río de Janeiro para ver el partido entre Flamengo y el América de Cali.

Aliados y enemigos

Bajo el mando de los hermanos Rodríguez Orejuela, Herrera y Santacruz, el Cartel de Cali hizo alianzas con figuras políticas del país y del extranjero y con organizaciones criminales.

Sin embargo, hacia 1988, las acciones y la riqueza de El Ajedrecista también le habían granjeado algunos enemigos, lo que dio como resultado una guerra implacable con el Cartel de Medellín, dirigido por Pablo Escobar.

Uno de los aliados del Cartel de Cali en esta lucha fue el grupo Perseguidos por Pablo Escobar (Pepes), que representaba los intereses criminales de quienes alguna vez habían sido miembros del Cartel de Medellín y que ahora le estaban declarando la guerra a su máximo líder, Escobar. Para 1992, el Cartel de Cali le había aportado al menos US$30 millones a los Pepes para adelantar la guerra contra el capo antioqueño.

Gilberto también hizo alianzas con organizaciones criminales europeas. A mediados de la década de 1980, estableció un sistema de transporte y distribución de cocaína en Europa a través de La Camorra, un clan mafioso en Italia.

Entre los aliados del Cartel de Cali también había miembros de la élite política colombiana.

En 1995, el presidente electo, Ernesto Samper Pizano, fue acusado por su oponente, Andrés Pastrana Arango, de haber recibido al menos US$3,7 millones del Cartel de Cali para financiar su campaña. Como prueba de ello había casetes en los que se escuchaba a Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela afirmar que habían entregado dinero para la campaña presidencial de Samper. Sin embargo, las investigaciones adelantadas por las autoridades judiciales en ese momento determinaron que no había pruebas suficientes de que la campaña presidencial de Samper había contado con patrocinio de dineros del narcotráfico, ni que él tuviera conocimiento de ello.

Uno de los enemigos de Gilberto Rodríguez Orejuela durante mucho tiempo fue Pablo Escobar. Aunque la organización narcotraficante de El Ajedrecista había cooperado con el Cartel de Medellín para estabilizar el mercado de drogas y dividir el territorio en Estados Unidos para la distribución de cocaína a principios de la década de 1980, a fines de la década ambos carteles ya estaban librando una violenta lucha territorial en Colombia. En una entrevista con el periodista Sánchez Cristo, Gilberto dijo que Escobar declaró la guerra en diciembre de 1987, después de que el líder del Cartel de Cali se negara a aterrorizar al país para evitar la extradición.

“Entonces, Gilberto, eso significa que no eres mi amigo, y como no eres mi amigo, entonces eres mi enemigo, y te trataré como un enemigo de ahora en adelante”, le dijo Escobar a El Ajedrecista, según contó este en entrevista con Sánchez Cristo.

Legado e influencia

El arresto de Gilberto Rodríguez Orejuela no solo representó el declive del Cartel de Cali, sino también el fin de la primera generación del narcotráfico colombiano, liderado por los carteles de Medellín y Cali. Sin embargo, la carrera criminal de El Ajedrecista también dejó un legado, que demostró que las ramas infiltradas del poder público podían resultar más estratégicas para los narcotraficantes que librar una guerra contra el Estado.

La estructura que El Ajedrecista estableció dentro de las organizaciones narcotraficantes de finales del siglo XX ha desaparecido, y con ella la capacidad de los carteles para controlar todos los eslabones de la cadena del narcotráfico. Las organizaciones jerárquicas, verticales y con una estructura de mando claramente definida se han convertido en redes discretas y globalizadas, formadas por diferentes células y decididas a cooperar en lugar de entrar en disputas.

Gilberto Rodríguez Orejuela entendió que, en lugar de iniciar una guerra contra el Estado colombiano, en ese momento enfocado en perseguir a Pablo Escobar y aprobar su extradición, debía infiltrarse en el Estado. Por eso el líder del Cartel de Cali buscó que las autoridades no actuaran en su contra, mediante la aceptación de la clase dominante y el acceso a las ramas del poder. “Debemos tener un presidente de nuestro lado”, decía El Ajedrecista, refiriéndose a su estrategia para continuar sus operaciones de narcotráfico.

Al igual que los capos de la droga que ingresaron al país a principios del siglo XXI, los hermanos Rodríguez Orejuela no intentaron ingresar a la política, sino que buscaron comprar su apoyo. Un ejemplo de ello fue el escándalo que estalló en torno al expresidente Ernesto Samper, quien presuntamente recibió dinero del Cartel de Cali para financiar su campaña.

El sofisticado sistema de inteligencia empleado por el Cartel de Cali permitió que la organización se fortaleciera, en tanto las fuerzas estatales se enfocaban en capturar a Pablo Escobar. Antes de ser extraditado a Estados Unidos, Rodríguez Orejuela reveló que había interceptado los teléfonos de Escobar para lograr su captura. “Intervinimos sus teléfonos, lo grabamos. Tenemos más de 500 casetes de Pablo Escobar”, contaba el capo. Esa relación de colaboración con las autoridades colombianas abrió oportunidades para que El Ajedrecista expandiera sus operaciones, a medida que colapsaba el imperio de su mayor rival.

A diferencia de los narcos de la época, Gilberto Rodríguez Orejuela intentó pasar desapercibido con sus inversiones. El líder del Cartel de Cali penetró en diversos sectores de la economía legal a través de empresas fachada y la banca internacional. En lugar de adquirir bienes ostentosos, sus decisiones financieras le permitieron gozar de una reputación de empresario, más que de narcotraficante, lo que favoreció la facilidad que tenía para moverse en territorio colombiano.

Este modus operandi es similar al de los narcotraficantes invisibles, que se hizo común tras la caída del Cartel de Cali.  Esta nueva generación de criminales ha entendido que los lujos y las excentricidades pueden llegar a ser contraproducentes, pues llama la atención de los medios de comunicación y las autoridades. Por esta razón, deciden ser empresarios y hombres de negocios.

Tal es el caso de Guillermo León Acevedo Giraldo, alias “Memo Fantasma”, un escurridizo narcotraficante y excomandante paramilitar que se describe a sí mismo como un empresario e inversionista inmobiliario en los círculos de élite colombianos. Su bajo perfil y su imagen de emprendedor le permitieron mantenerse fuera del radar de las autoridades durante más de dos décadas e incluso codearse con un sector económico y político exclusivo del país.