Una masacre en los límites entre Colombia y Venezuela fue atribuida a facciones rivales de Los Rastrojos, lo que revela la existencia de una sangrienta disputa por el mando, que amenaza con desestabilizar aún más la volátil región limítrofe.

Doce personas fue el saldo extraoficial de muertos del enfrentamiento ocurrido en Boca de Grita, región de Guaramito, en el estado de Táchira, Venezuela.

La policía de Puerto Santander, Colombia, informó haber oído disparos en las primeras horas del 18 de junio desde el lado venezolano del río Grita. Poco después, interceptaron una balsa en la que iban dos hombres que intentaban cruzar desde Venezuela.

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Los hombres fueron capturados y se les brindó atención médica por heridas de bala. Fueron identificados como el jefe de Los Rastrojos Jhon Jairo Durán Contreras, alias “El Menor”, y un guardaespaldas. Ambos llevaban puestos uniformes militares y portaban elementos de armamento pesado.

Los residentes de Boca de Grita afirman que la masacre fue el desenlace de un tiroteo entre facciones rivales de la organización de Los Rastrojos: una leal a Wilfredo de Jesús Torres Gómez, alias “Neco”, exlíder de Los Rastrojos, quien fue capturado en marzo por fuerzas de seguridad venezolanas; y otra dirigida por El Menor, quien había tomado el control de los negocios ilegales del grupo luego del arresto de Neco.

Tras la masacre, las autoridades venezolanas no divulgaron el saldo oficial de muertos y alegaron no tener noticia del hecho.

Franklyn Duarte, diputado de la Asamblea Nacional, controlada por la oposición, declaró en Twitter: “Tenemos un saldo de 12 asesinados, producto de enfrentamiento de grupos irregulares. Hay más de 20 heridos por bala. Vemos con preocupación que los cuerpos de seguridad no actúan como lo exigen la constitución y las leyes”.

Análisis de InSight Crime

Aunque el silencio de las autoridades venezolanas dificulta establecer lo ocurrido en la masacre, también podría encubrir una complicidad mayor.

Fuentes en el estado Táchira informaron a InSight Crime que el tiroteo lo inició el mismo Neco, quien supuestamente había llegado a un acuerdo con las autoridades para asegurar su liberación prematura de la cárcel. Según dijeron las mismas fuentes oficiales, posteriormente regresó al Táchira a recuperar los territorios que había tomado El Menor.

Esta versión implicaría una estrategia de divide y vencerás, que le permitiría recobrar la influencia en la región de Guaramito y sus economías criminales mediante un nuevo pacto con la facción de Los Rastrojos liderada por Neco.

Aunque en los últimos meses el conflicto de la organización se ha centrado en las disputadas rutas de narcotráfico de la provincia de Ureña, la zona al norte conocida como Guaramito se mantiene bajo el dominio de una frágil alianza entre Los Rastrojos y el Ejército Popular de Liberación (EPL).

Punto de tránsito clave para migrantes y mercancías ilegales, Guaramito es un centro de contrabando de gasolina que representa una de las economías criminales más lucrativas de esa región limítrofe. Los Rastrojos tienen una base de operaciones en Boca de Grita por lo menos desde 2018, y desde allí coordinan sus operaciones de contrabando de gasolina en colaboración con elementos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).

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Las tensiones se han acumulado en los últimos meses, pues Los Rastrojos han estado repeliendo los intentos de las fuerzas de seguridad venezolanas de debilitar el control de la banda sobre estos corredores de contrabando. El dominio de Los Rastrojos en la región ha llegado a tal punto, que un intento de la Fuerza de Acción Especial (FAES) de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) por entrar cerca de Orope fue emboscado y repelido con armas de fuego por los miembros de dicha organización.

Los operativos militares contra Los Rastrojos son supervisados por Freddy Bernal, designado “protector” del Táchira por el presidente Nicolás Maduro. Luego de la masacre reciente, Bernal anunció su intención de ofrecer una conferencia de prensa en Boca de Grita, lo que aviva las especulaciones sobre una posible alianza con Neco.

La asistencia política en los escenarios de las recientes masacres de bandas no es una práctica común en Venezuela, y una promesa tan osada de parte de Bernal en este caso pareció calculada para asegurar el dominio sobre un territorio antes hostil. Esta conferencia de prensa, sin embargo, aún no se ha dado.

Cualquier reconfiguración de fuerzas amenaza con desestabilizar esta volátil región. Las poblaciones limítrofes del Táchira han sufrido una espiral de violencia desde que la parcial desmovilización de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y la intensificación de la crisis venezolana comenzaran a reconfigurar las economías criminales en la región.

En los días posteriores a la masacre, hubo un éxodo sin precedentes de por lo menos 1.000 venezolanos de Boca de Grita a Puerto Santander, temerosos de las consecuencias de esta nueva guerra entre bandas. En una cruel ironía para un país que era considerado refugio para los colombianos que escapaban del conflicto armado, ahora son los venezolanos quienes se ven obligados a huir de la violencia que azota a las poblaciones fronterizas.