En la isla colombiana de Malpelo, la pesca ilegal crece a pasos de gigante. Sin embargo, los esfuerzos de las autoridades por proteger este santuario de fauna y flora parecen quedarse cortos.

Desde 2017, las autoridades de Colombia han reportado el aumento de buques pesqueros de origen ecuatoriano, chino y panameño en las costas del Pacífico.

Y la situación parece estar empeorando. A finales de abril, el gobierno del vecino Ecuador reportó que había registrado 245 barcos en la frontera marítima con Malpelo en el 2019.

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Por su parte, en su más reciente operativo el 16 de abril, la armada colombiana detuvo a 21 ciudadanos ecuatorianos y a seis colombianos en seis lanchas a unos 26 kilómetros de Malpelo.

Los pescadores ilegales utilizan lanchas que les permiten transportar sus productos rápido, y evadir los controles de las autoridades.

La alta demanda de China ha alimentado el aumento de la pesca ilegal en zonas alrededor de Malpelo. Especies como el tiburón martillo, el atún, la albacora y la cherna están entre las más afectadas.

Análisis de InSight Crime

La pesca ilegal no es una amenaza nueva en el Pacífico colombiano. Sin embargo, el cada vez más habitual acecho de navíos extranjeros en Malpelo muestra la incapacidad de los gobiernos para deterla.

La presencia de embarcaciones ecuatorianas en Malpelo, demuestra que grupos criminales de ese país están buscando otros lugares para realizar sus actividades ilegales, intentando sortear las consecuencias jurídicas que tendrían en Ecuador por pescar en zonas como el Parque Nacional Galápagos.

En abril, el Presidente de Ecuador, Lenin Moreno, desplegó barcos y aviones cerca del Parque Nacional Galápagos, estableció una presencia de guardias y aumentó el monitoreo satelital sobre la zona. El embajador de China en Ecuador fue llamado a una reunión.

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En el papel, las autoridades de Colombia también han tomado pasos para protejer Malpelo. El gobierno del expresidente Juan Manuel Santos triplicó el tamaño de la reserva natural a 2.7 millones de hectáreas en 2017.

Sin embargo, los esfuerzos por detener la pesca ilegal, coordinados entre la armada nacional, la dirección del parque natural y la sociedad civil, no han tenido un gran impacto.

La falta de recursos para combatir la pesca ilegal ha expuesto otra área de vulnerabilidad: los acuerdos bilaterales entre Colombia y Ecuador.

El tiburón martillo y otras especies que viven en Malpelo son comercializados en mercados como el asiático, en donde su consumo representa estatus económico y done le atribuyen propiedades curativas. Varias de las exportaciones ecuatorianas, que tienen camuflados pescados de veda o prohibidos, son consumidos en China.

Allí, el tiburón martillo es de los más solicitados y un plato de sopa de sus aletas puede costar hasta US$ 200 dólares. Se estima que para 2017, aquel mercado ilegal movía más de US$ 23.000 millones en todo el mundo, según reportó Semana Rural.

La situación se complejiza cuando la industria de la pesca ilegal se cruza con la del tráfico de cocaína. Como reporta Semana Rural, los límites marinos son la zona perfecta para entregar o intercambiar cocaína con buques en alta mar, usando cargammentos de pescado para encubrir la droga.

Esto parece generar una respuesta más rápida por parte de las autoridades que la pesca ilegal. “Solo se ve presencia (de las autoridades) cuando los buques o lanchas llevan cocaína,” dijo Manuel Bedoya, presidente de la Asociación de Pescadores Artesanales del Pacífico.