Si bien las organizaciones criminales tradicionales han expandido sus portafolios en los últimos años, el narcotráfico sigue siendo la fuente más importante de ingresos para los grupos de la región. Y gracias al incremento en el consumo de opioides y a los niveles récord de producción de cocaína, los criminales están cosechando grandes ganancias y reacomodándose a los nuevos tiempos.

Los principales productores de opio en Latinoamérica continúan siendo México y Colombia, y Guatemala en menor medida. La epidemia de opiáceos en Estados Unidos ha representado un empujón para el crimen organizado al sur de la frontera con Estados Unidos, y un nuevo producto –el fentanilo — ha ingresado a los portafolios de algunas de las redes criminales más prominentes.

México es actualmente el principal proveedor de heroína hacia Estados Unidos, según la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (Drug Enforcement Administration, DEA), que afirma que 90 por ciento de la heroína encontrada en Estados Unidos proviene de México, según lo indicó la agencia tras ser consultada por InSight Crime. Y las autoridades de ambos países continúan reportando el aumento de la producción en México.

Según la DEA, la cantidad de hectáreas dedicadas al cultivo de amapola en México se ha disparado en los últimos años. El organismo señala que el cultivo de amapola alcanzó un récord máximo de 44.100 hectáreas en 2017, en comparación con las 32.000 que se registraron en 2016. La producción estimada de heroína ascendió a 111 toneladas, un aumento de más del 300 por ciento con respecto a la cantidad estimada en 2013 (que fue de 26 toneladas). Las cifras del gobierno mexicano en 2017 reportan 24.800 hectáreas de cultivos ilícitos de amapola entre julio de 2014 y junio de 2015, pero México aún no ha publicado las cifras para el período 2015-2016 en este sentido.

El Cartel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación son los principales productores de heroína, al igual que Guerreros Unidos y Los Rojos, dos grupos del estado de Guerrero que surgieron tras la fragmentación de la Organización Beltrán Leyva (OBL). También prestan el servicio de transporte de heroína para lo cual cuentan con socios como el Cartel de Juárez y el Cartel del Golfo para el transporte por el centro y el este de la frontera México-Estados Unidos, en lugar del corredor del suroeste, donde se trafica la mayor parte de la heroína.

Los otros productores regionales de amapola se quedan cortos frente a México. Se estima que en Colombia había 1.000 hectáreas de cultivos de amapola en 2015 (suficientes para producir cerca de tres toneladas de heroína pura), según cifras del gobierno de Estados Unidos incluidas en la Evaluación Nacional sobre la Amenaza de las Drogas de 2017 (2017 National Drug Threat Assessment). El papel de Guatemala es difícil de evaluar, pero es el menos significativo de los productores. Las cifras del Departamento de Estado de Estados Unidos indican que su participación en la producción de amapola disminuyó entre 2014 y 2015 (con 640 y 260 hectáreas, respectivamente) pero que volvió a aumentar en 2016, llegando a 310 hectáreas.

La demanda de Estados Unidos es la principal razón para el aumento de la producción en México. Los adictos a los analgésicos farmacéuticos recetados se han estado pasando a la heroína mexicana y al fentanilo, una droga sintética más letal. Las muertes por sobredosis de heroína aumentaron ligeramente en 2017, según números de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (Centers for Disease Control and Prevention, CDC) de Estados Unidos, analizado por el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (National Institute on Drug Abuse). Sin embargo la cantidad de muertes por sobredosis de opioides sintéticos ha crecido a un ritmo asombroso — de cerca de 10.000 en 2015 a casi 30.000 en 2017, un aumento de casi 200 por ciento. Los opioides sintéticos causan la muerte de muchos más estadounidenses que cualquier otro tipo de droga.

El fentanilo, que proviene principalmente de China, ya sea ya listo para consumir o mediante la importación de precursores químicos, está siendo transportado junto con otras drogas, como la heroína y la cocaína, por los grupos mexicanos, pero también es transportado solo (es decir, sin mezclarse con otros cargamentos) a través de la frontera. En algunos mercados pequeños de Estados Unidos, los cargamentos de solo fentanilo han suplantado a la heroína, según una investigación de InSight Crime y varios informes de prensa, pero en general la droga se mezcla con otras sustancias ilegales.

No se sabe qué proporción del fentanilo ilegal (existe una presentación legal, producida por compañías farmacéuticas) consumido en Estados Unidos proviene de México. Hay un flujo constante de fentanilo muy puro que llega a los consumidores de Estados Unidos, quienes lo compran en la web oscura o lo reciben en pequeñas cantidades provenientes de China por correo y servicios de mensajería.

Las incautaciones de fentanilo en México han aumentado en los últimos años, según datos de documentos obtenidos por InSight Crime tras una solicitud de libertad de información. Y para grupos como el Cartel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación —que cuentan con redes y cadenas de suministro en China para su negocio de metanfetamina— esto parece una tarea adicional obvia.

Un análisis de la DEA sobre la rentabilidad del fentanilo indica que un kilogramo de heroína les produce a los carteles alrededor de US$80.000, mientras que un kilogramo de fentanilo con 99 por ciento de pureza les genera entre US$1,2 millones y US$1,9 millones. (Es importante señalar que la mayor parte del fentanilo proveniente de México tiene una pureza promedio del siete por ciento, mientras que el fentanilo traído de China directamente por correo tiene una pureza de más de 90 por ciento).

El mercado de fentanilo también puede estar impactando el comercio de heroína. Algunos informes no oficiales indican que ha habido una disminución en el precio del kilo de pasta de opio en las montañas mexicanas, que ha pasado de unos 18.000 pesos mexicanos (US$900) a cerca de 8.000 pesos (US$400), según analistas entrevistados y algunos informes de prensa.

El fentanilo no es todavía un mercado grande para los grupos criminales mexicanos. Pero esta situación podría cambiar si la demanda y el consumo en Estados Unidos continúan aumentando. Aún más, los grupos mexicanos ya parecen estarse ajustando a la demanda de los consumidores en este floreciente mercado. A finales de 2018, la mayor parte de las incautaciones de fentanilo en la frontera entre Estados Unidos y México iban combinadas con píldoras de prescripción falsificadas.

En Colombia, por otra parte, la cantidad de tierra utilizada para el cultivo de coca ha alcanzado niveles históricos, lo que les permite a los traficantes de cocaína penetrar en nuevos mercados, como Asia y África, mientras continúan satisfaciendo la demanda en Estados Unidos y Europa.

El cultivo de coca alcanzó un récord de 209.000 hectáreas en 2017, un aumento de 11 por ciento con respecto al récord del año anterior, que fue de 188.000 hectáreas, según datos de la DEA. Además, los agentes de los organismos de seguridad estiman que la producción de cocaína pura en Colombia aumentó 19 por ciento entre 2016 y 2017, pasando de 772 toneladas a 921.

Esta tendencia va en sentido contrario a lo que ocurrió en la primera parte de la década, cuando la cantidad de tierra dedicada al cultivo de coca en Colombia disminuyó, obligando a los grupos criminales a recurrir a la compra de pasta de coca en Perú, que había superado a Colombia y se ubicaba como primer país cultivador de coca.

En 2012, la coca en Colombia había bajado a 48.000 acres, un cuarto de la cantidad actual, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD). Pero comenzó a aumentar de nuevo en 2013, y desde entonces ha crecido cada año. Colombia aporta actualmente 70 por ciento de la tierra utilizada para la coca ilegal en todo el mundo, según el más reciente informe de ONUDD.

Este aumento obedece a dos razones: el fin de las fumigaciones aéreas ha obstaculizado la erradicación de la coca y, como efecto secundario involuntario del proceso de paz en curso con el grupo guerrillero más grande de Colombia, se han generado nuevas posibilidades para el auge del cultivo de coca.

Cuando comenzaron las conversaciones entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 2013, la guerrilla controlaba más de 60 por ciento de los cultivos de coca en el país. Al darse cuenta de que el proceso de paz avanzaría, los guerrilleros aumentaron la producción de cocaína, pues veían una última oportunidad de generar tanto dinero como fuera posible antes de convertirse en un ente político legal. Según investigaciones de InSight Crime, convencieron a los agricultores de las regiones cocaleras de que dichos cultivos les darían mayores ventajas al momento de negociar la entrega de recursos del gobierno. Las plantas de coca que se cultivaron en ese momento ya habrán madurado en los últimos dos o tres años.

Además, el gobierno colombiano detuvo en 2015 las fumigaciones aéreas de los cultivos de coca, debido a crecientes evidencias que demostraban que los productos químicos de glifosato eran perjudiciales para la salud humana. El fin de las fumigaciones significó menos riesgo para los cultivadores de coca, y los grupos criminales aprovecharon la situación. En 2012 fueron destruidas 100.000 hectáreas mediante fumigación aérea, y otras 30.000 fueron erradicadas manualmente, según el informe de la ONUDD de 2013. En 2017, solamente se destruyeron 52.000 hectáreas de coca en tierra.

El nuevo presidente de Colombia, Iván Duque, ha dicho que quiere volver a instaurar las fumigaciones aéreas utilizando químicos diferentes y apuntando a los sembrados con más precisión mediante el uso de drones. Al mismo tiempo, el programa de sustitución de cultivos de Colombia, que se implementó después de la firma de los acuerdos de paz en 2016, se ha visto afectado por diversos factores, como limitaciones financieras, dificultad para llegar a las comunidades rurales donde no existe suficiente seguridad, y desconfianza de los agricultores locales, quienes afirman que aún no han percibido los beneficios reales.

Los soldados que erradican los cultivos de coca se han topado con la resistencia de las comunidades, como lo demuestra la investigación de campo de InSight Crime. En 2018, las confrontaciones entre los cultivadores y el gobierno causaron muertes en Tumaco, ciudad portuaria ubicada en el departamento de Nariño, al suroeste del país, donde actualmente se produce una gran parte de la coca del país. En la ciudad de Cúcuta, en la frontera con Venezuela, durante una protesta los manifestantes instalaron barricadas en las carreteras y obligaron a las autoridades a suspender las labores de erradicación, según un informe de El Tiempo.

El desarme y la desmovilización de las FARC también han dejado un vacío de poder en las regiones cocaleras. Esto ha provocado un aumento de la violencia. Los miembros disidentes del grupo, y las dos guerrillas que quedan en el país — el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación (EPL), que habían sido actores menores en el comercio de cocaína — han intentado tomar el control de estas áreas. Y ambos grupos se han enfrentado con traficantes de estas regiones por el control de las rutas de tráfico.

Pero las sangrientas guerras de décadas anteriores, en las que los guerrilleros se enfrentaban con los grupos paramilitares y los carteles luchaban entre sí, parecen haber terminado. En el comercio de cocaína cooperan todo tipo de criminales: varias facciones guerrilleras, los ex paramilitares que conforman las BACRIM (acrónimo de “bandas criminales”) y traficantes tradicionales como Los Urabeños, la organización criminal más poderosa de Colombia.

Varios agentes de los organismos de seguridad de Estados Unidos han informado que Los Urabeños envían por barco regularmente varias toneladas de cocaína a Panamá y a otros países de Centroamérica. Pero la conformación de Los Urabeños es diferente a la estructura vertical de los antiguos carteles colombianos, y actúan más bien como una red de nodos independientes.

Los extravagantes capos a la manera de Pablo Escobar han desaparecido. Los traficantes que actualmente se ubican en el centro del comercio de cocaína en Colombia son en general invisibles; prefieren no tocar nunca un kilo de cocaína y pasar como empresarios comunes. Para ellos, la seguridad la concede el anonimato. Sin embargo, a pesar de sus recientes transfiguraciones, los traficantes colombianos no han perdido su poder, e incluso quizá se han expandido como organizaciones criminales transnacionales.

Colombia no es el único país suramericano que ha experimentado un aumento en la producción de cocaína. En Perú, la cocaína pura aumentó en 20 por ciento, alcanzando 491 toneladas, el nivel más alto registrado en 25 años, según la Oficina de la Política Nacional para Control de Drogas, de la Casa Blanca.

El auge de la cocaína y la facilidad con la que la droga pasa por varios países suramericanos también ha abierto nuevas rutas de tráfico. Por ejemplo, la cocaína que atraviesa por Venezuela es llevada más adelante a República Dominicana. El país caribeño ha sido identificado como una fuente primaria de la cocaína con destino a Europa.

En general, Europa se ha convertido cada vez más en un destino final de la cocaína, y las incautaciones en el continente aumentaron 11 por ciento en 2016, según el Informe Mundial sobre las Drogas publicado por ONUDD en 2018. Los principales aumentos se han registrado en Europa suroriental, donde la cantidad de cocaína incautada fue de más del triple en 2016, en comparación con el año anterior. Por primera vez, Bélgica incautó la mayor parte de la cocaína, seguida por España y Holanda.

La explosión en la producción de cocaína también les ha permitido a los traficantes penetrar aún más en los mercados emergentes de África y Asia. Aunque la cantidad de cocaína incautada allí es mínima en comparación con la de Europa o América, estas regiones experimentaron algunos de los aumentos más significativos en cuanto a las incautaciones. En África, las incautaciones de cocaína se duplicaron, y en los países del norte del continente hubo un incremento de seis veces entre 2015 y 2016. África ha servido cada vez más como punto de tránsito para la cocaína que sale de Brasil y llega a Europa.

Brasil es también el punto de partida de la cocaína con destino a Asia, donde la cantidad de cocaína incautada se triplicó. Gran parte de esa cocaína pasa por los Emiratos Árabes Unidos. China, incluido Hong Kong, aparece con frecuencia como el principal país de destino, seguida por Israel.

Pero Estados Unidos continúa siendo el destino de la mayor parte de la cocaína. Como ocurre con los opioides, las cifras en Estados Unidos son alarmantes. Según la DEA, las incautaciones de cocaína a nivel nacional han alcanzado sus niveles más altos desde por lo menos 2010, llegando a 34.000 kilogramos en 2017, 40 por ciento más en comparación con 2016. Cerca de 93 por ciento de las muestras de cocaína analizadas en Estados Unidos son de origen colombiano.

El auge de la cocaína también ha dado lugar al aumento en el consumo de drogas en Estados Unidos en los últimos tres años, según informes de la Encuesta Nacional sobre la Salud y el Consumo de Drogas de 2017. Lo más preocupante es que casi 15.000 personas murieron por sobredosis de cocaína en 2017, más del doble de las personas que murieron por esta misma razón en 2015.

Entre las drogas ilícitas, la cocaína es la más letal después de los opioides.

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