La policía en Brasil desmanteló una red de tráfico con un curioso modus operandi. Durante años, sus buzos adhirieron cocaína a los cascos de los cargueros que salían con rumbo a los Países Bajos, una técnica que se está popularizando y que muchas veces se usa sin que la tripulación se entere siquiera.

Más de 200 kilos de cocaína incautados y una docena de personas capturadas dejó un operativo a gran escala en Río de Janeiro y Espírito Santo, donde se encuentra el puerto de Vitória, según declararon las autoridades en un comunicado del 24 de agosto.

En el marco de una investigación de dos años, la policía descubrió que los traficantes transportaban ladrillos de cocaína desde Río hasta el vecino estado de Espírito Santo. La cocaína se cargaba en pequeños barcos pesqueros que se dirigían cerca de los buques de carga anclados en el puerto de Vitória. Luego, varios buzos ocultaban la droga en los cascos por debajo de la línea de flotación, adhiriéndola al compartimiento del timón. Cuando los barcos atracaban cerca del puerto de Rotterdam, otros buzos recuperaban la cocaína.

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Es probable que este esquema de contrabando de narcóticos bajo el agua llevara años en funcionamiento. Aparte de la docena de capturas, la policía decomisó 14 vehículos de lujo y confiscó US$158.719 (827.000 reales brasileños).

También se embargaron seis mansiones ubicadas en el municipio de Mangaratiba, en Río de Janeiro, y el municipio de Guarapari, estado de Espírito Santo. Aunque los investigadores siguen inspeccionando los barcos que llevaron las drogas desde Brasil hasta los Países Bajos, hay sospechas fundadas de que la tripulación de las naves no tuviera conocimiento de su participación en el tráfico internacional de narcóticos.

Esta semana en Colombia cayó en una redada una red de narcotráfico similar. Una banda, conocida como los Troya, vendía tubos de metal a barcos en los puertos de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta, los cuales contenían cocaína en compartimientos ocultos. Sin saberlo, la tripulación ayudaba a una organización narcotraficante que entregó más de 20 toneladas de cocaína a Centroamérica y Estados Unidos en dos años.

Análisis de InSight Crime

Los traficantes están usando todas las tácticas posibles para conseguir un aventón en los buques de carga con dirección a Europa, para lo cual ocultan los alijos en contenedores y los adhieres a los buques, lo que dificulta e implica mayores riesgos para las autoridades.

Aunque valerse de buzos para adherir la cocaína a los cascos de los buques no es un método de tráfico novedoso —en 2013 se descubrió a varios hombres rana franceses— los reportes regionales indican que esa táctica se está extendiendo. Hace poco una organización narcotraficante colombiana contrató buzos en Perú para que soldaran paquetes de cocaína dentro de los respiraderos de varios barcos atracados en los puertos de Pisco y Chimbote, en un intento por evadir la acción de las autoridades que buscaban cocaína a bordo.

Otros métodos de tráfico que dependen de buzos incluyen el llenado de torpedos con cocaína atornillada o pegada al casco de la embarcación. También se han usado como escondites de cocaína, las cámaras que se encuentran bajo la línea de flotación, como válvulas de agua en popa y el compartimiento de la hélice.

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Los traficantes marítimos también dependen de la corrupción de los miembros de la tripulación y las autoridades para almacenar cocaína en los buques mercantes.

El cuarto de máquinas es un escondite muy usado, pues esta zona por lo general está restringida a poco personal; lo mismo ocurre con la cabina del capitán.

Pero el método predilecto es la introducción de alijos de droga en los contenedores de carga. Las tácticas para hacerlo y los puertos en los que ocurre cambian constantemente. Como resultado de ello, las autoridades de los puertos neerlandeses, belgas y alemanes siguen reportando decomisos récord de cocaína.