Argentina se prepara para uno de los mayores juicios de tráfico de drogas en su historia, y la maraña de corrupción, negocios y fútbol que ha sido revelada es una prueba de cuán sofisticado se ha vuelto el narcotráfico argentino.

La historia de lo que se conoce como el caso “Carbón Blanco” comenzó en 2012, cuando autoridades de España, Portugal y Argentina incautaron más de una tonelada de cocaína oculta en tres cargamentos de carbón que estaban siendo transportados de Argentina a Portugal. A medida que el caso se fue desarrollando, las investigaciones revelaron una multimillonaria red de tráfico transnacional de narcóticos y de lavado de dinero oculta detrás de una fachada de empresas exportadoras, bienes raíces, clubes de fútbol y bufetes de abogados.

Actualmente hay 65 presuntos miembros de la red en espera de juicio, cuyo comienzo se ha pospuesto debido a las disputas legales de los abogados defensores, informó La Nación. Cuando el juicio por fin comience, todas las miradas estarán puestas sobre los fiscales, para ver si pueden lograr las condenas que confirmarían lo que se ha vuelto cada vez más evidente en los últimos años: que el papel de Argentina como centro de tránsito de cocaína ha estimulado el crecimiento local de redes transnacionales de tráfico de drogas.

Según los fiscales, los traficantes de Carbón Blanco utilizaban una sofisticada red logística para llevar cocaína boliviana a España. En primer lugar, la cocaína cruzaba la frontera entre Bolivia y Argentina en camiones cisterna, que llegaban hasta Rosario, centro de tráfico de drogas en Argentina y lugar de residencia de varios presuntos traficantes.

De Rosario, las drogas eran llevadas a la ciudad de Quitilipi, en la provincia nororiental de Chaco, lugar donde se encuentra Carbón Vegetal del Litoral, la compañía de carbón utilizada como fachada para las exportaciones de cocaína. En esta empresa, la cocaína era empacada y camuflada como carbón y luego enviada a Buenos Aires, donde se embarcaba en contenedores con destino a Lisboa, Portugal.

Varios de los presuntos traficantes estaban radicados en Europa, y los fiscales dicen que eran los responsables de transportar los cargamentos desde Lisboa hasta España, donde distribuían el producto.

Dado que la red traficaba cientos de kilos de cocaína a la vez, también mantenía enormes ganancias que debía blanquear, y los fiscales creen que lo hacían mediante una amplia cartera de negocios que incluía al menos 60 empresas, inversiones en proyectos de construcción masiva y la compra de jugadores de fútbol, informó La Nación.

Las figuras centrales de este imperio criminal de miles de millones de dólares no eran sanguinarios capos ni aguerridos criminales, sino un abogado de más de 55 años y un empresario de unos 65.

El presunto jefe de la red y quien dirigía las operaciones era el abogado Carlos Salvatore. Los fiscales aseguran que Salvatore era el responsable de “supervisar, controlar, administrar, definir, organizar y gestionar las finanzas de un verdadero negocio comercial dedicado al transporte de drogas al continente europeo”, informó La Capital.

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Después de su captura en Rosario en 2012, a Salvatore se le concedió arresto domiciliario por razones de salud. Sin embargo, esta decisión fue revocada este año, después de que la policía registró una llamada telefónica entre Salvatore y su esposa (que sólo había sido arrestada por cargos de lavado de dinero), en la que él dijo que planeaba pagar por un atentado al juez encargado del caso. Salvatore después le dijo a los medios que aquélla fue una amenaza en vano, en un momento de desesperación, y que él “no era capaz ni de matar una mosca”.

En Europa, el presunto operador principal era Patricio Gorosito, un hombre conocido como el fundador del club de fútbol argentino Real Arroyo Seco. Gorosito se ha movido en los círculos de negocios futbolísticos desde hace años; llegó a formar una relación especialmente estrecha con los gigantes del fútbol español FC Barcelona e incluso ayudó con la rehabilitación de la lesión del jugador estrella Lionel Messi —él mismo no ajeno a ser vinculado con escándalos relacionados con drogas—.

Según los fiscales, Gorosito, quien fue detenido en Barcelona en 2012 y luego extraditado a Argentina, era el responsable de distribuir la droga en España y llevar el dinero a Argentina.

Análisis de InSight Crime

El caso de Carbón Blanco ofrece una escasa oportunidad para analizar el funcionamiento de una red de drogas argentina, desde la consecución de la cocaína hasta el blanqueo de las ganancias, y muestra qué tan sofisticadas se han vuelto tales redes.

La importancia de Argentina como país de tránsito de drogas ha crecido en los últimos años, en tanto los traficantes recurren con más frecuencia a los mercados europeos de cocaína, que ofrecen cada vez mayor demanda y precios más altos en comparación con los de Estados Unidos y, a diferencia de este último país, no están dominados por los carteles mexicanos.

La frontera de Argentina con Bolivia, país productor de cocaína, y su ubicación en la costa oriental del continente, así como la debilidad institucional y la corrupción oficial, lo han hecho un país ideal para sacar provecho de este comercio.

La popularidad de esta ruta ha llamado la atención de las organizaciones narcotraficantes transnacionales, y tanto colombianos como mexicanos operan en el país. Sin embargo, cada vez es más evidente que también ha estimulado el crecimiento de redes narcotraficantes locales.

Al parecer, la red de traficantes desenmascarada en el caso Carbón Blanco no ha funcionado como un cartel de drogas tradicional, sino más bien como una red de células con funciones logísticas especializadas. Aparte de la amenaza registrada contra el juez, hay pocas razones para vincular la organización con algún tipo de violencia, y no hay nada que indique que tenga algún tipo de brazo armado.

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Sin embargo, esto no necesariamente significa que el crimen organizado argentino esté evolucionando en una dirección no violenta; de hecho, el aumento de las tasas de homicidio sugiere lo contrario.

El lado violento de los grupos del crimen organizado en Argentina se demuestra claramente con el que es quizá el grupo más significativo del crimen organizado en el país, y que ha ganado prominencia en los últimos años: Los Monos, ubicados en Rosario, una notoria banda vinculada a las drogas, el asesinato y la corrupción.

La naturaleza del narcotráfico —donde no puede haber garantías legales o recurso de apelación en caso de que algún trato salga mal— significa que en este negocio siempre se necesitará la violencia. Lo que queda por verse es cómo evolucionará la relación entre células logísticas como las de la red de Carbón Blanco y grupos armados como Los Monos.

Una posibilidad es que el país replicará el modelo que se da en Colombia, donde los grupos armados actúan a menudo como garantes del narcotráfico, alquilándose a quienes manejan la parte comercial para cobrar deudas, hacer cumplir acuerdos o vengarse de quienes rompen los acuerdos. En Argentina, esto podría plantear la posibilidad de que redes como el grupo de Carbón Blanco empleen a pandillas como Los Monos.

Sin embargo, por el momento sólo una cosa se puede predecir con seguridad: el caso Carbón Blanco no será el último de esta magnitud.