Salvatore Mancuso, uno de los comandantes paramilitares más poderosos de Colombia, y Giorgio Sale, empresario italiano con buenas conexiones, se unieron para trabajar en su mutuo enriquecimiento.

A finales de los noventas y comienzos de los 2000, ambos llegaron a ser ejes de una conexión entre la ‘Ndrangheta, la mafia más numerosa de Italia, y los paramilitares colombianos, la cual se mantiene al día de hoy.

Mancuso era el comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que a su vez controlaban extensas áreas de producción de coca en todo el país. El grupo paramilitar necesitaba compradores para la cocaína producida y aliados que lavaran la enorme riqueza que estaban acumulando, y Mancuso se puso en la búsqueda.

*Este artículo es parte de una investigación de tres capítulos sobre el rol de la ‘Ndrangheta en el tráfico de cocaína en Suramérica. Lea los otros capítulos de la investigación, descargue el informe completo, y vea más sobre la cocaína en Europa.

Giorgio Sale era el socio ideal. Empresario italiano con un buen número de inversiones en toda Colombia y una buena reputación entre las clases altas del país suramericano. Entre sus empresas se contaba la firma de ropa elegante Gino Passcalli, con docenas de tiendas y más de 600 empleados. Su círculo de amigos incluía a varios magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Y sus restaurantes elegantes eran puntos de encuentro de las élites sociales en las principales ciudades de Colombia.

Un restaurante en especial destacaba entre ellos. L’Enoteca, en la ciudad de Barranquilla, sobre la costa Caribe, ofrecía una variedad de vinos finos, manjares importados de Italia y platos cuyo precio no bajaba de US$150 —por encima de un salario mínimo mensual en Colombia para la época. El restaurante también tuvo una inversión de Mancuso, por los lados de los US$3 millones y fue de gran importancia para lavar el dinero ilícito de las AUC, según expedientes judiciales colombianos.

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Además de ofrecer una salida para que las AUC lavaran su dinero, Sale enviaba regularmente dinero en efectivo, obtenido de las operaciones de narcotráfico de las AUC, desde Europa hacia Colombia por medio de correos humanos. En 2002, varios ciudadanos italianos fueron detenidos cuando entraban a Colombia por el aeropuerto internacional El Dorado de Bogotá, por llevar sumas del orden de los US$120.000 y US$150.000, las cuales se dijo que pertenecían a la familia Sale.

Giorgio Sale y sus hijos —David, Stefano y Cristian— también resultaron ser aliados útiles para el tráfico de cocaína para las AUC. Más adelante, en su testimonio ante un tribunal de Estados Unidos tras su extradición, Sale declararía que puso a Cristian en contacto con Gerson Álvarez, alias «Kiko», líder paramilitar a quien los Sale compraban cocaína para introducirla en diferentes países europeos, como los Países Bajos, España e Italia.

La relación que forjaron sería vital para garantizar el flujo constante de cocaína al otro lado del Atlántico para que la ‘Ndrangheta llegara a dominar gran parte del tráfico de cocaína en Europa, como concluyó el informe de una comisión parlamentaria italiana en 2008.

“La ‘Ndrangheta logró forjar una relación comercial sólida [con las AUC], lo que le permitió ascender hasta lograr el control ‘mayoritario’ de todo el sistema ligado al tráfico de la cocaína colombiana [en Europa]”, señaló la comisión.

Una salida

La cooperación enriqueció a Mancuso y a Giorgio Sale. Y los lazos transatlánticos que forjaron trascendieron la disolución de esa relación.

Las ingentes cantidades de cocaína que Mancuso y Sale movieron llamaron la atención de Estados Unidos, mientras el gobierno colombiano se sentaba en negociaciones de paz con los paramilitares que terminarían con la desmovilización de las AUC.

Mancuso fue imputado en Estados Unidos por cargos de narcotráfico en septiembre de 2002. En el acta de imputación, también se hizo una solicitud de extradición, la cual fue aceptada inicialmente por las autoridades colombianas, pero se suspendió más adelante, por el interés de finalizar primero el proceso de paz.

Entre 2003 y 2006, las AUC disolvieron oficialmente sus fuerzas tras la negociación de un acuerdo con el gobierno colombiano que contemplaba la reducción de penas para sus mandos si confesaban sus delitos.

En 2005, Mancuso fue uno de los primeros cabecillas de las AUC que se entregó en el marco del acuerdo negociado en el proceso de paz. En diciembre de 2006, confesó su participación en masacres, corrupción y narcotráfico. Y en mayo de 2008, después de que las autoridades colombianas lo acusaran de incumplir las condiciones de la desmovilización, fue extraditado a Estados Unidos.

Ante el prospecto de una larga sentencia en una prisión estadounidense, Mancuso entregó a sus antiguos socios, al testificar contra Giorgio y Cristian Sale en 2009. Estos ya habían sido detenidos en 2006 en el marco de un operativo internacional.

Después de las AUC

Aunque la relación entre Sale y Mancuso sentó las bases de una alianza duradera para el tráfico de cocaína, la caída de ambos tuvo poco impacto en las actividades de la ‘Ndrangheta porque ni los paramilitares ni los clanes italianos se limitaron a hacer negocios entre ellos.

La conexión también se sobrepuso a la desmovilización de las AUC. Vicente Castaño, uno de los fundadores de las AUC, desertó en 2006 del proceso de desmovilización y se rearmó para crear un grupo que se convertiría en los Urabeños, también conocidos como Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), o Clan del Golfo —una organización criminal que alcanzaría gran poder en Colombia, y que haría del narcotráfico transnacional su actividad principal.

Hoy varios clanes de la ‘Ndrangheta mantienen alianzas con los Urabeños, pero de ninguna manera se limitan a ese único proveedor.

“No hay algo que pueda llamarse una única mente de la ‘Ndrangheta, que decide con quién negocia, no [hay] exclusividad con nadie”, comentó Anna Sergi, profesora de Criminología en la Universidad de Essex, y autora del recién publicado Chasing the Mafia, en diálogo con InSight Crime.

Como en los días de Mancuso y Sale, son corredores independientes los que conectan las dos redes. Miro Rizvanovic Niemeier, ciudadano alemán nacido en Bosnia y que pasó tiempo en Colombia, fue arrestado en Italia en 2017 y asesinado en Colombia un año después. El colombiano Jaime Cano, alias «Jota«, fue arrestado en Medellín en 2021. Se creía que ambos eran corredores independientes que proporcionaban un vínculo entre los Urabeños y los ‘Ndrangheta.

Recientemente, las campañas de las autoridades a ambos lados del Atlántico han ejercido presión sobre los clanes de la ‘Ndrangheta y sobre los Urabeños.

En junio de 2022, un operativo policial transnacional que involucró el trabajo conjunto a lo largo de un año de las autoridades colombianas y varios de sus homólogos europeos, en especial la policía italiana, llevó a la captura de 38 presuntos narcotraficantes y permitió confiscar 4,3 toneladas de cocaína. Los detenidos eran en su mayoría integrantes de los Urabeños y de la ‘Ndrangheta.

Y en octubre, las autoridades allanaron el puerto italiano de Gioia Tauro y desarticularon una red de ‘Ndrangheta que importaba hasta 30 toneladas de cocaína al año desde el puerto de Turbo en Colombia, bastión de los Urabeños.

En Colombia, los Urabeños siguen controlando la mayoría de rutas de narcotráfico que salen del norte del país y mantienen su posición de enlaces confiables con la ‘Ndrangheta, pero su poder parece ir en declive, en especial desde la captura y extradición de su mítico líder Dairo Antonio Úsuga, alias «Otoniel«.

Aun así, no puede decirse que esos golpes de las autoridades pongan fin a una conexión que lleva décadas. Una y otra vez, los clanes de la ‘Ndrangheta han demostrado la resiliencia de su modelo flexible, construido sobre la figura de intermediarios.