Las penas de prisión dictadas a tres líderes de uno de los grupos criminales más notorios de Argentina, y a nueve agentes de policía vinculados a la banda, se han calificado de golpe histórico contra el crimen organizado. Pero quedan interrogantes en cuanto al impacto que tendrá ese fallo —si es que lo tiene— en el hampa del país.

El 9 de abril, los altos jefes de la nefaria banda conocida como Los Monos —Ramón Machuca, alias “Monchi” y Ariel Máximo Cantero, alias “Guille”— fueron sentenciados a 37 y 22 años de cárcel, respectivamente, por cargos de asociación ilícita y homicidio.

El padre de Guille y exjefe de Los Monos, Ariel Máximo Cantero, alias “El Viejo”, fue sentenciado a seis años en prisión como miembro de una organización ilegal.

Además, se declaró a nueve agentes de policía culpables de pertenecer al grupo y se exoneró a otros cuatro.

El falló marcó el fin de un juicio que se inició en noviembre de 2017, con base en una investigación que comenzó con el homicidio en septiembre de 2012 de Martín Paz, alias “El Fantasma”. Paz estaba casado con la hermana de Claudio Ariel Cantero, alias “El Pájaro”, que en ese tiempo era el jefe de Los Monos y lavaba dinero para ellos. El Pájaro fue abaleado ocho meses después, en mayo de 2013.

Los homicidios, presuntamente por causa de disputas internas, desataron una batalla sangrienta entre las organizaciones criminales locales en Rosario por venganza y control territorial, que convirtió la tercera ciudad más populosa de Argentina —y centro del transporte de narcóticos en el país— en uno de los lugares más violentos del país suramericano.

La sentencia de los cabecillas de Los Monos fue el último capítulo de lo que se considera una de las investigaciones más intensivas y ampliamente publicitadas sobre una organización criminal en la historia reciente en Argentina.

La investigación, basada principalmente en evidencia recogida mediante interceptación de llamadas, puso al descubierto una intrincada red criminal que involucraba bandas, la policía y empresarios de la ciudad de Rosario y más allá.

Una mirada más de cerca a los hechos detrás del juicio dibuja un retrato del hampa argentino y ofrece un vistazo de los desafíos que enfrenta la lucha contra el crimen organizado en el país suramericano más allá de la ciudad de Rosario.

La bala que inició la guerra

La historia criminal del clan Cantero comenzó a finales de la década de 1990, cuando la familia prestaba servicios de seguridad en las zonas más marginadas de Rosario y ayudaba con envíos de marihuana desde Bolivia. Pero no fue hasta 2004 que pusieron sus ojos en el lucrativo negocio del microtráfico en el área.

Los Monos operaban en el contexto de lo estratégico de la ubicación de Rosario. La ciudad está situada para servir de punto de tránsito para cargamentos de drogas procedentes de los vecinos Bolivia y Paraguay —principalmente por la autopista Ruta 34 que comienza en la frontera con Bolivia y termina en Rosario.

“Rosario es un gran centro de distribución. Te encontrás con muchas causas en la capital federal donde los grupos viajan a proveerse a Rosario. Da la sensación de que en Rosario hay un primer acopio”, comentó la periodista Virginia Messi a InSight Crime.

Con el tiempo, Los Monos pasaron a ser la autoridad “de facto” en extensas zonas del sur de Rosario, con ayuda de fuertes conexiones con las fuerzas de seguridad, empresas de construcción y concesionarios de autos y en la política, clave en un país donde el voto es obligatorio.

La profesora de la escuela de derecho de la Universidad de Rosario Eugenia Cozzi afirma que grupos criminales como Los Monos prosperaron en un entorno de marginación generalizada, en parte como consecuencia del devastador colapso económico en Argentina, que dejó altos índices de desempleo y falta de políticas efectivas para ayudar a la gente a salir de la pobreza.

“Lo que pasó en Rosario es que la tasa de homicidios sube y había que dar una explicación a eso. La categoría de narcotráfico es una categoría muy abarcativa. Pero esa violencia es producto de muchos elementos”, le explicó a InSight Crime.

Un contexto de marginación y falta de oportunidades económicas dieron a Los Monos un amplio potencial de reclutas para su negocio cada vez más lucrativo.

Los búnkers —diminutas estructuras en ladrillo esparcidas por todas las zonas marginadas de Rosario, donde se vende la droga, se convirtieron en la ilustración del próspero mercado local de estupefacientes, y jóvenes con las manos lo bastante pequeñas para pasar dosis de cocaína por las ventanillas de los búnkers se dieron a conocer como los “soldaditos” de la banda.

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En su libro “Los Monos”, los periodistas, residentes en Rosario, Germán de Santos y Hernán Lascano sostienen que fue una bala lo que inició la guerra que llevó a la ciudad a la cima del mapa criminal en Argentina y que eventualmente llevó a la desaparición de una de las organizaciones más poderosas del lugar.

El 8 de septiembre de 2012, El Fantasma fue abaleado a sangre fría en pleno día en el centro de Rosario cuando viajaba en su automóvil con su esposa —hermana de El Pájaro— y su bebé.

Se creía que El Fantasma lavaba dinero para Los Canteros por medio de su concesionario y en ocasiones les transportaba drogas. Pero su ambición puede haber sido su ruina.

El Fantasma dispuso el ingreso de un cargamento de cocaína desde Bolivia, con dinero de la familia Canteros. Pero el cargamento fue decomisado por la gendarmería argentina en la frontera con Bolivia, con la consiguiente pérdida del dinero y la droga. Los Canteros, y en particular El Pájaro, vieron esto como una traición.

Así que cuando mataron a El Fantasma, todos los dedos apuntaron a Los Canteros.

Ocho meses después, en las primeras horas del 26 de mayo de 2013, El Pájaro también fue abaleado cuando salía de un club nocturno con unos amigos, en lo que se interpretó como otra vendetta.

El homicidio tuvo sus repercusiones en todo el hampa de Rosario e inició una matanza indiscriminada motivada por la venganza. Cualquiera que los Canteros creyeran que había tenido que ver en la planeación, la designación o la ejecución de la muerte de El Pájaro, y sus parientes, era un blanco.

En la semana siguiente a la muerte del líder de Los Monos, fueron abaleadas cuatro personas.

En los años que siguieron, la tasa de homicidios de la ciudad rompió todos los récords, casi duplicando el promedio nacional, pues grupos más pequeños trataron de avanzar en los territorios antes bajo control de Los Monos que quedaron libres al quedar el grupo debilitado por las rencillas internas.

Cozzi señala que no es posible explicar el recrudecimiento de la violencia sin un análisis del contexto.

“La violencia no solo está ligada a una disputa territorial. Para pensar la violencia en Rosario hay que pensar en el mercado de armas ilegales y ahi otro actor que entra es la policía y lo que permite o no permite hacer. Cuando se pone en el centro de la escena a una banda se olvidan otros actores y otras cosas que hacen posible que esa banda desarrolle esas actividades”, comentó a InSight Crime.

Rosario: ¿La nueva Medellín?

Mientras los homicidios seguían proliferando y las autoridades locales tenían problemas para hallar una solución a lo que había ascendido a crisis, muchos se apresuraron a comparar a Rosario con la que fuera la capital sudamericana del crimen: Medellín, Colombia. Pero la mayoría de los expertos consultados por InSight Crime se mostraron en desacuerdo con esto.

“Acá no hay narcoestado, estamos a siglos de lo que es Colombia o México. No nos podemos comparar con eso. Pero las instituciones más chicas como los municipios sí están penetrados (por el crimen organizado). No quiere decir que las manejen los narcos pero que tienen un contexto que les permite delinquir”, explicó Messi.

“Creo que lo que atrae de Rosario es primero que (el fenómeno) existe, en una ciudad con gran importancia en la Argentina y segundo que es como tener atomizado en un lugar lo que es la guerra entre clanes, el lavado de dinero, la corrupción judicial, la corrupción policial, entonces es atractivo porque es como agarrar un gran mundo en una ciudad o en un barrio. Rosario aparece en muchas causas judiciales que no tienen nada que ver con Los Monos”, añadió.

Frente a la enorme presión de revertir la tasa de homicidios desbocada, las autoridades del estado de Santa Fe comenzaron a investigar a Los Monos. Comenzaron a interceptar teléfonos para cartografiar la estructura de Los Monos y de otros grupos locales que operaban en Rosario.

Lo que hallaron fue una compleja y profunda red de conexiones entre criminales, políticos, policías y empresarios. Eso permitía a grupos como el de la familia Cantero y consolidar su poder y evadir la justicia en gran medida.

Militarización versus investigaciones

Con el aumento del número de víctimas, se intensificaba la presión para hacer algo. Las autoridades, tanto a nivel estatal y federal, se centraron en dos estrategias.

En abril de 2014, el entonces ministro de seguridad argentino Sergio Berni dirigió una holliwoodesca incursión de la gendarmería en Rosario —3.000 efectivos— con el objetivo de desmantelar los búnkers, que se consideraban la base de poder del mercado local de narcóticos.

En los años siguientes, la administración Macri también concentró sus esfuerzos en la militarización como estrategia para contener el crimen organizado, con el despliegue de gendarmería a puntos álgidos de delincuencia y zonas fronterizas, para lo cual lograron cooperación logística y financiera de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.

Pero fue en últimas la investigación lo que puso tras las rejas a la cúpula de Los Monos.

La acción decisiva de los juzgados de Santa Fe para investigar y llevar a juicio a Los Monos se vio como una señal de que las autoridades estaban trabajando seriamente para contener un hampa cada vez más problemático, usando a la rama judicial como el principal instrumento en esa lucha.

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Pero muchos de los factores subyacentes que permiten que organizaciones criminales como Los Monos prosperen no se tocaron en la sentencia.

Uno de esos factores es la corrupción enquistada en las fuerzas de seguridad en Argentina, en particular en la policía.

“El tema de la policía es estructural y funcional. En Buenos Aires también, pero son más prolijos, más organizados. Y creo que esa estructura no se aborda. Creo que no hay voluntad [política] porque la caja siempre llega a las estructuras más altas de la política, a todo nivel. Y el problema es tan estructural que ¿cómo haces para resolverlo? Si intentas abordar eso en dos días, tenés prendida fuego la provincial, porque la policía está penetrada en todos los delitos”, apuntó Messi.

Otro factor son los problemas en el sistema penitenciario del país, atravesado por la corrupción, que permite que organizaciones criminales como Los Monos operen desde el encierro.

Un retrato más claro del impacto de la condena a Los Monos bien puede aflorar en las próximas semanas y meses. Pero ya hay señales de que este puede ser limitado.

El video en el que aparece el juez imponiendo severas penas de cárcel a los hombres que habían llegado a representar el crimen organizado en Rosario fue una imagen que pocos en la ciudad pensaron que llegarían a ver algún día.

Pero mientras los miembros de la familia Cantero, cubiertos con chalecos antibalas, observaban la diligencia judicial, los convictos sonreían… una señal preocupante de que ni los mismos gángsteres veían esto como el final de su negocio.