Los grupos criminales del Cono Sur de Latinoamérica se están enfocando cada vez más en alimentar el mercado de drogas de la región, en lugar de exportar la cocaína al exterior. Hasta ahora, los narcotraficantes más prominentes de Paraguay han jugado un papel de apoyo en esta dinámica –pero eso podría cambiar, como lo demuestra la carrera de un capo del crimen de Paraguay.

El pasado mes de mayo, luego de cerca de cinco años de retrasos en su juicio, una corte de Paraguay sentenció a Carlos Antonio Caballero, alias “Capilo”, a siete años de prisión. A pesar de que el tráfico de drogas no estaba entre los cargos por los que fue condenado, las autoridades de Brasil han dicho que Capilo es uno de los cuatro principales proveedores de cocaína de una de las organizaciones criminales más grandes de Brasil, el Primer Comando Capital (PCC).

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Capilo es apenas uno de los varios narcotraficantes que han establecido sus bases en el Cono Sur, quienes a pesar de no ser tan prominentes como algunos capos legendarios de México o Colombia, están impulsando una nueva tendencia del crimen organizado de Latinoamérica: un creciente énfasis en alimentar los mercados de droga locales -especialmente Brasil, el segundo mayor mercado para la cocaína en el mundo- en lugar de depender principalmente de exportaciones a Europa y Estados Unidos.

La carrera de Capilo no sólo ofrece un vistazo a las redes criminales que están detrás de esta tendencia. Él encarna el nuevo rol que algunas fuentes dicen que los paraguayos están ocupando ahora en el comercio: el de grandes narcotraficantes, en lugar de distribuidores de baja monta.

Curriculum Vitae (CV) criminal de Capilo

“Te doi [el dinero] el lunes amigo”.

Decía uno de muchos mensajes de texto incriminadores que Capilo envió a un senador paraguayo en 2011, luego de que el político le pidiera una contribución para su campaña de US$5.000.

El mensaje es incluso más alarmante, considerando que Capilo ha estado en una prisión de Paraguay desde 2009, donde según informes continuó coordinando importantes cargamentos de cocaína. A esto lo apoya una grabación telefónica obtenida en junio de 2010 por el Ministerio Público de São Paulo a la que accedió G1 Globo, en la cual Capilo discute con un recluso brasileño la entrega de un cargamento de droga a un comprador brasileño.

Un abogado paraguayo familiar con el caso de Capilo, quien pidió no ser identificado por razones de seguridad, dijo a InSight Crime que Capilo empezó en el PCC durante una temporada que pasó en una prisión de São Paulo. Despues trabajó para la pandilla brasileña mientras tenía sus bases en Pedro Juan Caballero, una ciudad fronteriza de Paraguay y también pasó algún tiempo en Bolivia. Además de traficar drogas, Capilo coordinaba cargamentos de armas, ordenaba asesinatos, y suministraba guardaespaldas para traficantes brasileños, según la agencia antidrogas de Paraguay, la SENAD.

Hay algunas indicaciones de que Capilo tiene vínculos con otro grupo criminal brasileño: el Comando Vermelho (CV) , con sede en Río de Janeiro. Cuando Capilo fue arrestado en Paraguay en 2009, fue capturado junto a Jarvis Chimenes Pavão, un narcotraficante brasileño con doble nacionalidad –que después se convertiría en uno de los hombres más buscados de Paraguay- quien dirigía su propia organización criminal, pero que presuntamente estaba conectado con el líder encarcelado del CV, Luiz Fernando da Costa, alias “Fernandinho Beira-Mar”.

Pavão es mencionado en una investigación de O Globo como uno de los “embajadores” de una asociación informal de narcotraficantes que abastecen el mercado regional de drogas de Latinoamérica –una coalición a la que se refieren como “Narcosur”. Según O Globo, Pavão dirigía su propia red de tráfico de drogas en Pedro Juan Caballero, transportando marihuana desde Paraguay y cocaína desde Bolivia hacia Brasil.

Paraguay se posiciona en el comercio de drogas

Capilo puede ser la ilustración perfecta del creciente rol que ocupan los paraguayos en la nueva dinámica de tráfico de drogas que ha tomado lugar en Latinoamérica. La cocaína de Perú y Bolivia es transportada a Paraguay y Brasil, mientras que la marihuana de Paraguay –el principal productor de la planta en Suramérica- alimenta los mercados de Argentina, Chile y Brasil.

Muchos informes indican que para el momento que fue arrestado, Capilo ya se había convertido en una parte integral de las operaciones del PCC en Paraguay, a pesar de que hay pocas señales de que haya llegado al punto de establecer su propia franquicia de drogas independiente.

Las organizaciones criminales de Brasil han estado aumentando su presencia en Paraguay desde hace un tiempo, especialmente en zonas fronterizas como Pedro Juan Caballero. En general, los paraguayos tradicionalmente han ocupado pequeños roles en estas estructuras extranjeras de tráfico de drogas, usualmente trabajando como sicarios y conductores.

Sin embargo, según el jefe antidrogas de Paraguay, Luis Rojas, esto está cambiando. En 2013 Rojas afirmó que los ciudadanos de Paraguay estaban asumiendo papeles más importantes en el comercio de drogas del Cono Sur, incluyendo trabajar como proveedores. Esa afirmación fue respaldada por uno de los autores de la investigación sobre Narcosur de O Globo, quien dijo recientemente a la prensa paraguaya que estaba “impresionado con la fuerza de los traficantes brasileños en Paraguay, pero también con el crecimiento de los traficantes paraguayos en los últimos años”.

También hay un mayor número de clanes criminales familiares dedicados al tráfico de drogas, según un jefe de la policía de Paraguay.

¿Qué viene para los capos criminales de Paraguay?

El rol de los paraguayos parece estar creciendo en el comercio de drogas de Narcosur. Carlos Arias Cabral, alias “Líder Cabral”, era un operario del PCC y el principal traficante de marihuana de Paraguay antes de su captura en Brasil en 2010. Cabral presuntamente planeaba asesinar a Capilo, por entrometerse en sus negocios.

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Carlos Rubén Sánchez, alias “Chicharõ”, se labró su camino político antes de ser arrestado en 2013. O Globo lo identificó como otro de los “embajadores” narcotraficantes y presuntamente comonun importante operario del ciudadano brasileño Luis Carlos Da Rocha, alias “Cabeça Branca” (Cabeza Blanca), quien se cree que maneja una gran estructura de tráfico de drogas en Paraguay.

Los traficantes paraguayos parecen estar preparados para dar el salto y establecer sus propias organizaciones criminales transnacionales. Ya se han presentado informes de paraguayos que dirigen redes de tráfico de marihuana y que controlan cada paso de la cadena de tráfico de drogas, desde la producción hasta la exportación y distribución.

Esto es similar en Honduras, donde organizaciones familiares como los Valle y los Cachiros –anteriormente enfocados en transportar cargamentos de cocaína a nombre de carteles mexicanos o colombianos- eventualmente se convirtieron en traficantes transnacionales de cocaína. Pero todavía está por verse si una organización criminal paraguaya algún día contará con el tipo de reconocimiento que tienen grupos como el PCC de Brasil.