En diciembre de 2018, a eso de las 7:00 am, Javier Erazo, a quien en Ocotepeque conocían como «El Huita», acababa de tumbarse en una hamaca en una hacienda. Venía de dar un paseo en caballo. Ese fue el día que lo mataron.

Semanas antes, El Huita había coordinado, sin permiso, el traslado de varios camiones con ganado. Los animales, dice un investigador hondureño, pertenecieron alguna vez a «Los Valle», el poderoso clan de narcos que dominó las rutas del occidente hondureño y gestionó el traslado de buena parte de la cocaína que cruzaba de Honduras a Guatemala durante la década pasada y parte de esta. Erazo se había robado los animales.

Este es el tercer artículo de los cuatro que publicaremos sobre el mandato del asediado presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández. Vea aquí los artículos uno y dos.

“Dicen ahí que el caballo también era de Los Valle”, cuenta el investigador, quien habló con InSight Crime bajo condición de anonimato por seguridad. “Le pegaron 10 tiros y le dejaron amarrado el caballo al lado… como una señal”, dice la fuente, quien tuvo acceso a reportes sobre la escena del crimen. Era una muestra de que el poder de Los Valle no había muerto del todo. Pero una de las hipótesis de las autoridades hondureñas es que este asesinato es parte de una serie de “vendettas” por el vacío de poder que dejó el clan.

Las caídas del clan de Los Valle a mediados de la década, y a principios de este año de Alexander “Chande” Ardón, exalcalde del Partido Nacional y el otro gran operador en la zona, han reconfigurado la ruta de narcotráfico del occidente hondureño, que pasa por los departamentos de Copán, Santa Bárbara, Ocotepeque y Lempira. Esta es la zona montañosa de Honduras, alejada de las principales ciudades, que hace frontera con El Salvador y Guatemala y ha servido tradicionalmente para todo tipo de tráfico legal e ilegal.

Es también el lugar de origen del presidente Juan Orlando Hernández y su hermano Juan Antonio «Tony» Hernández, acusado este último en una corte de Nueva York de ser uno de los nexos más importantes entre el poder político del país y el crimen organizado.

    VEA TAMBIÉN: Élites y crimen organizado en Honduras

Los patriarcas de Los Valle, Miguel Arnulfo y Luis Alfonso, fueron capturados en octubre de 2014, pero sus lugartenientes siguieron manejando, en las zonas de influencia del clan en el occidente de Honduras, los activos que no quedaron en manos del gobierno hondureño después de los decomisos que acompañaron los operativos de captura. Erazo era uno de esos lugartenientes.

Una de las hipótesis de las autoridades hondureñas es que el autor intelectual del asesinato de Erazo fue Orlando Noé Pinto Espino, de alias «El Rey del Norte», un operador del narcotráfico que era cercano a Los Valle. “Erazo y Pinto fueron los primeros herederos cuando Los Valle cayeron”, asegura el investigador hondureño. Pocos días después del asesinato de Erazo, Pinto fue arrestado en Guatemala.

Ambos elementos, el asesinato de Javier Erazo y la huida y posterior arresto de El Rey del Norte, son parte de la reconstrucción del mapa del narcotráfico y el reacomodo de fuerzas en la ruta del occidente hondureño, según una fuente de inteligencia militar en Honduras.

Fue en el occidente hondureño donde Tony Hernández forjó su imperio y ayudó a establecer la pax mafiosa entre Los Valle, Ardón y los operadores de ambos, lo cual permitió la consolidación de la principal ruta de las entre 150 y 300 toneladas de cocaína que, según cálculos de InSight Crime, salen cada año por el corredor terrestre hondureño hacia Guatemala desde 2015.

Tony empezó a crecer desde la política, a la sombra de sus hermanos Juan Orlando e Hilda Hernández. Fue él, Tony, quien empezó a hacer pactos con los operadores locales del partido nacional que estaban ya metidos en el negocio de la droga y, luego, con el clan de Los Valle.

Un oficial del ejército hondureño que fue parte de la fuerza especial antinarcotráfico, que investigó y persiguió a los grandes grupos de narcotráfico desde 2013, dice que las alianzas de Tony Hernández también incluyeron a Los Valle. “Tony empezó a trabajar para ellos, pero luego fue limpiando la ruta de (el departamento) Lempira… pero también empezó haciendo favores a Los Valle, ayudándoles con negocios en Islas de la Bahía (departamento insular hondureño, ubicado al norte de la costa atlántica, conocido también por ser un punto importante de trasiego de cocaína)”, dice.

 VEA TAMBIÉN: Noticias y perfil de Honduras

Un juicio criminal contra Tony Hernández en una corte de Nueva York, y el testimonio del exalcalde Ardón anexado a ese proceso, han arrojado muchas luces sobre la constitución de la ruta de occidente y el maridaje del narcotráfico con el poder político hondureño. En una reunión en 2008, Tony propuso a Ardón aportar dinero a la campaña de su hermano Juan Orlando, quien entonces se lanzaba a su reelección como diputado; a cambio, Tony ofreció protección para la operación de narcotráfico del alcalde. A partir de entonces empezó una relación que no paró de crecer hasta que Juan Orlando Hernández llegó a la presidencia.

El Presidente y su entorno han negado varias veces cualquier vínculo con narcotraficantes.

Lo cierto es que, con ayuda política del más alto nivel, los dos grandes grupos de occidente, Los Valle y el «Cartel AA» de Alexánder Ardón, afinaron el paso seguro por esas rutas de salida de Honduras a Guatemala. “Los Valle en el norte, en la salida del país; Chande Ardón con el control político en Copán y Tony en Lempira, más al sur”, dice el militar antinarcóticos. La operación incluyó dos pistas aéreas civiles, la del aeródromo Río Amarillo cerca de Copán Ruinas y la de Gracias, en Lempira, según un informe de inteligencia militar, hasta donde empezaron a llegar cargamentos procedentes de las pistas clandestinas de Olancho y Gracias a Dios, en las zonas montañosas del noreste.

El aeródromo de Río Amarillo fue inaugurado en 2015 y en 2014 el de Lempira. Ambos fueron construidos con fines turísticos, pero en ellos casi nunca aterrizan aviones comerciales. Al primero, que está en perfecto estado y es custodiado todo el tiempo por una unidad militar, solo llegan vuelos privados. Al segundo el primer avión comercial llegó en 2016 y a la fecha no llegan ahí rutas turísticas o comerciales regulares.

Las dos pistas dan salida a las zonas montañosas limítrofes con Guatemala a través de las carreteras, los puntos aduaneros formales -donde los camiones de carga rara vez son sometidos a revisiones exhaustivas según constató InSight Crime- y los puntos ciegos que pueblan estas fronteras.

Todo parecía ir bien, pero las cosas empezaron a torcerse a partir de 2013, cuando la justicia estadounidense empezó a perseguir a los grandes capos hondureños. Los Cachiros, en el norte, se entregaron a agentes de Washington entre 2013 y 2015. En occidente, el ejército emprendió una operación secreta para capturar a Los Valle en octubre de 2014, tan secreta que ni el presidente Hernández se enteró sino hasta un día después de la operación, (el asunto le costó el puesto a Ramón Sabillón, el máximo jefe policial entonces).

Alexander Ardón también se entregó, en febrero de este año. En noviembre de 2018, la DEA estadounidense había capturado a Tony Hernández en Miami.

Las capturas han creado un vacío de poder en un territorio por el que la droga sigue pasando, pero ya en un escenario menos controlado, más violento.

“Cuando cayeron Los Valle y (Alexander) Chande Ardón empezó la matanza”, dice una fuente de inteligencia militar en Tegucigalpa.

La víctima más reciente de esa matanza es un periodista: Edgar Joel Aguilar, un corresponsal de un canal local de televisión. A Aguilar lo mataron a tiros en una barbería en La Entrada, Copán, el pueblo que, como su nombre lo dice, marca el inicio del departamento occidental y, en la última década, el punto de arribo a los dominios de Los Valle y Chande Ardón.

Una de las últimas notas que cubrió Aguilar para su televisora fue sobre el arresto de Orlando Pinto, El Rey del Norte, aliado de Los Valle. Después de eso, el periodista le dijo a un colega que se sentía en peligro. “Tomando un café me dijo que si no se retiraba del canal lo iban a perseguir… De por ahí le vino la muerte”, me dijo el amigo de Aguilar por mensajes de texto.

Aguilar ya había sido víctima de tres atentados hacía dos años y había recibido varias amenazas, algo que el lunes 2 de septiembre corroboró Jair Meza, portavoz de la Policía Nacional de Honduras.

Las vendettas no se han resuelto aún. Hay varios operadores pequeños en diferentes puntos de la ruta occidental; hombres como El Huita y El Rey del Norte que solo llegaron a controlar porciones pequeñas de territorio. Tras la caída de los grande capos, el status quo se quebró y la violencia se volvió a convertir en el principal argumento. Un funcionario internacional basado en la capital hondureña dice: “Las masacres actuales están relacionadas con disputas del crimen organizado… del narcotráfico… y se están resolviendo en el mundo de la ruralidad”.

Lejanos parecen los días en que todo se movía al amparo de pocos y poderosos jefes que tenían la mejor protección que un narcotraficante puede esperar, la del más influyente poder político.