Se ha culpado del incremento de los homicidios a ajustes de cuentas entre bandas de los barrios periféricos de la ciudad, pero los cambios en el hampa de la ciudad de Medellín pueden ser los responsables del aumento en el número de cadáveres.

En 2018, Medellín tuvo un recuento de 626 homicidios, 7,6 por ciento por encima del año anterior. Las confrontaciones entre grupos criminales fueron responsables de más de la mitad de esas muertes, según informó El Tiempo.

Gran parte de la sangre corrió en la Comuna 13, sector en las laderas occidentales de la ciudad que registró el incremento más abrupto en los homicidios, de 48 en 2017 a 91 el año pasado. Bandas de barrio, conocidas como combos, se enfrentaron en las empinadas cuestas que enmarcan la ciudad, buscando controlar las redes de extorsión y de expendio de estupefacientes.

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La segunda ciudad más grande de Colombia llevaba varios años consecutivos registrando descensos en las cifras de homicidios. En 2015, se reportaron 496 homicidios, el número más bajo en décadas. Pero desde entonces las cifras por muerte violenta han ido en aumento.

La fiscal nacional contra el crimen organizado Claudia Carrasquilla afirmó que los homicidios en Medellín se dispararon debido a la captura de los cabecillas de la Oficina de Envigado, coalición que controla la mayoría de actividades delictivas en la ciudad.

“[Estas] han generado un reajuste en las distintas organizaciones por control de territorio”, explicó Carrasquilla en entrevista con El Tiempo.

Análisis de InSight Crime

Aunque los combos fueron los responsables de la racha de homicidios ocurridos en 2018 en Medellín, los conflictos entre ellos se agravaron por las armas y drogas entregadas por facciones de la poderosa Oficina de Envigado. La “Oficina”, como se la conoce localmente, ha perdido dirección por cuenta de la fragmentación y ha dejado de operar como una entidad jerárquica; ahora tiene varios jefes, con alianzas cambiables y facciones distintas, que muchas veces entran en conflicto y se apoyan en grupos criminales externos.

Los homicidios en Medellín han presentado bajas sustanciales en las tres décadas que han pasado desde que los carteles de las drogas, los paramilitares de derecha, las guerrillas de izquierda y otros grupos criminales libraron cruentas guerras en las calles, que le valieron a la ciudad la reputación de la más peligrosa del mundo, en los años noventa.

Después de esto, la Oficina de Envigado —conglomerado de grupos criminales que fueran cobradores de deudas para Pablo Escobar— subieron al poder. De 2003 a 2008, sus diversas estructuras criminales, que incluían unos 120 combos, quedaron bajo el control de Diego Murillo Bejarano, alias “Don Berna“, quien mantuvo a raya los homicidios.

Su captura y posterior extradición, sin embargo, llevó a que la tasa de homicidios en la ciudad se triplicara, con las peleas de diferentes cabecillas por el control de la “Oficina”.

La siguiente baja importante en el número de homicidios se dio en medio de una tregua entre las facciones aún en pie de la Oficina de Envigado y Los Urabeños, la organización narcotraficante más poderosa de Colombia, que también había intentado tomarse la ciudad por la fuerza. También la innovación en las estrategias de seguridad pública —tanto por parte del gobierno como de la ciudadanía en general— incidieron en la reducción de la violencia.

Pero la tregua nunca llegó cerca de brindar la estabilidad que Don Berna aseguró. Desde entonces, los asesinatos en la ciudad han sido resultado en su mayor parte de los enfrentamientos entre combos —ocasionalmente en nombre de facciones de la Oficina de Envigado, Los Urabeños y otras estructuras criminales, así como operadores independientes.

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Esto es lo que ocurre en la Comuna 13, el sector periférico en las laderas de la ciudad que por años ha sufrido la violencia, pero que también se ha convertido en destino turístico, que atrae visitantes a sus grafitis y escaleras eléctricas al aire libre.

Por lo menos cuatro combos en conflicto son responsables de los homicidios en ese sector. Dos de ellos son rivales tradicionales; los otros dos son aliados que terminaron siendo antagonistas. También puede haber otros en medio de esos.

Poderosos grupos criminales, la mayoría escindidos de la Oficina de Envigado original, han tratado de intensificar esas disputas, facilitando armas y dinero a los combos con el fin de controlar la frontera oeste de la ciudad, incluyendo la avenida San Juan. La autopista, que conduce al norte de Antioquia y a la región de Urabá, es un corredor estratégico para transportar narcóticos, efectivo y armas.

Andrés Tobón, secretario de seguridad de Medellín, en entrevista con InSight Crime comentó que el crimen organizado en la ciudad está en “desorden”, lo que ha motivado los asesinatos.

“Hay una ruptura, no solo a nivel local”, añadió Tobón, “sino también en la jerarquía”.

Uno de los jefes de la Oficina de Envigado, alias “Ocho”, coincidió en que las capturas han atizado la violencia, y en entrevista con El Tiempo afirmó que los nuevos cabecillas “tienen menos control sobre sus estructuras [criminales]”.

Entretanto, los habitantes de la comuna padecen los daños colaterales mientras sigue la matanza. En las dos primeras semanas de enero, hubo 24 homicidios en Medellín, 16 más que el año anterior.